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El virus de las políticas de Trump se sigue propagando

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A juzgar por los recientes acontecimientos en diversos frentes, desde inmigración hasta el derecho al aborto y al voto, pareciera que la mano de Donald Trump y de sus cómplices republicanos se apuntan victorias, aunque no controlen ni la Casa Blanca ni el Congreso.

Del mismo modo que el Covid-19 muta en variantes cada vez más contagiosas y difíciles de controlar, el virus que inyectó Trump en la política y en la sociedad a nivel nacional y estatal sigue propagándose con la posibilidad de consecuencias terribles.

En materia migratoria, por ejemplo, aunque algunas de las medidas administrativas más onerosas de Trump han sido revertidas por el presidente Joe Biden, otras han permanecido. El mes pasado un juez federal de distrito en Texas, Matthew Kacsmaryk, nombrado por Trump, obligó al gobierno a restaurar el programa de Protocolos de Protección al Migrante (MPP), también conocido como la regla de “Permanecer en México”, que obliga a los solicitantes de asilo a permanecer en el vecino país hasta que se procesen sus peticiones. El caso que derivó en el fallo fue presentado por el procurador de Texas, Ken Paxton, aliado de Trump y acusado de fraude. Muchos solicitantes de asilo han sido objeto de asaltos, violaciones, secuestros y algunos incluso han muerto. El juez determinó que terminar con el programa era ilegal y ahora el gobierno de Biden busca un equilibrio entre respetar la orden judicial y cumplir una promesa de campaña, sobre todo porque todavía se desconoce el futuro de la reforma migratoria en el presente Congreso.

Trump, sus lugartenientes, como el nefasto Stephen Miller, y sus secuaces republicanos en el Congreso deben estar celebrando la permanencia de sus políticas migratorias de odio.

Y a eso hay que sumar los recientes acontecimientos en otros temas.

A nivel nacional siguen proliferando medidas que buscan restringir el voto de minorías, poniendo trabas para ejercer el derecho al voto, y todo se deriva de la Gran Mentira de Trump de que perdió las elecciones de 2020 porque hubo “fraude”. Esa mentira degeneró en un motín el 6 de enero en el Capitolio federal, donde hubo muertos e incluso meses después algunos de los policías atacados por las turbas de Trump terminaron suicidándose. Como no ganaron la elección general, el plan republicano es impedir que las minorías voten. La ley de Texas es una de las más nefastas en ese sentido, aunque han ido regándose por el país igual que el Covid.

Y lo más reciente es la ley de Texas que restringe el derecho al aborto, ley que fue avalada por la mayoría en la Corte Suprema de la nación, gracias a los jueces nominados por Trump, cuyos tentáculos siguen haciendo daño pese a no estar en la Casa Blanca.

Biden no solo heredó un país en medio de una pandemia mal manejada por Trump y con una economía golpeada. A eso se suma la debacle de Afganistán por un acuerdo de retirada negociado por Trump con los talibanes que a Biden le tocó implementar y que, al hacerlo, se cometieron crasos errores de cálculo que han afectados a cientos de miles de afganos que cooperaron con Estados Unidos en tiempos de guerra.

Ahora los demócratas también enfrentan leyes que afectan directamente a los votantes que tradicionalmente los apoyan, como la de restringir el voto, y a un bloque electoral, las mujeres, cuando de sus derechos reproductivos se trata.

Eso sin contar con que la promesa de reforma migratoria se sigue dificultando.

Del mismo modo en que sabemos que en algún momento el Covid se controlará, pero que tomará tiempo, el virus y el veneno de las políticas de Trump y de los republicanos seguirán infectando el proceso político. La gran interrogante es por cuánto tiempo y si esto podrá contrarrestarse. Para eso no hay vacuna.

Maribel Hastings