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Un descanso a los pensamientos del matrimonio

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Después del anuncio del presidente Obama fue la primera vez que paré de pensar en el matrimonio como opción para arreglar mi estatus legal. Aunque siempre había dicho (y todavía lo pienso) que el matrimonio como remedio a mi situación migratoria no era para mí, siempre lo tenía en la mente.

Recuerdo que tuve una entrevista con una estudiante de periodismo que estaba escribiendo su tesis sobre mi vida y el sistema de inmigración de este país, y me pregunto qué pensaba hacer si el DREAM Act no pasaba, si después de terminar mi programa de maestría todavía no tendría una manera de trabajar y ejercer mi carrera. La miré y le dije simplemente, “Yo no pienso en los años que vienen; pienso en meses. Sólo puedo ver los meses que están delante de mí”.

Es verdad que es bueno y aconsejable pensar en el futuro pero como persona indocumentada, el futuro tiene que ser pensado en lo más inmediato. No hay manera de hacer planes de largo plazo. Sentí que su pregunta no tenía intenciones de hacerme tener un ataque de pánico pero tuvo ese impacto, por lo menos un ataquito. Empecé a pensar en mis opciones y en ese entonces no eran muchas. Sabía que con empezar este programa de maestría me había comprado unos años de alivio; no tendría que pensar en conseguir un trabajo fijo y no tenía que sentirme limitada en términos de avance profesional. Pero ¿qué haría después? Aquí es donde mis planes realistas se detenían y donde los pensamientos de matrimonio empezaban.

Amigos se han ofrecido a casarse conmigo e incluso he tenido parejas que también han parecido a quizás llegar a ese punto si un día lo decidiéramos. Pero no era algo que quería hacer ni algo que quería pedirle a nadie. Me parecía en muchas maneras como un favor o algo que quedaría por siempre en el aire, nunca mencionado pero tal vez reprimido.

Tengo varias amigas que se casaron por amor y tal coincidía que también consiguieron sus papeles; ahora están felices con sus parejas y sus trámites en orden. También conozco a otras que lo hicieron por los papeles y cariño. Algunas sólo lo hicieron por los papeles. Una amiga mía le dijo a su compañero que si no se casaba con ella para ayudarla con los papeles entonces significaba que no la amaba. Otra amiga le exigía a su novio a que se casara con ella hasta el punto que se mudó con él para que dependiera de ella para pagar el alquiler de la casa y se tendrían que casar. Todo esto viene de la necesidad de arreglar nuestra situación y me identifico con ese sentimiento de urgencia. El punto que quiero aclarar es que personas lo hacen por varias razones y tienen diferente resultados. Lo que a mí me choca es cómo el ritual del matrimonio ha cambiado por razones migratorias.

Crecí en un ambiente católico e cuando era niña imaginaba el día que me casara en la iglesia. Todavía tengo esa esperanza de no sólo casarme en la iglesia pero también casarme en mis términos- con quien yo quiera sin tener que pensar en asuntos migratorios.

Ahora que finalmente me dejé entusiasmarme con al anuncio del presidente Obama y la posibilidad de obtener un permiso de trabajo, no siento esa presión de casarme. Es la primera vez en mis años de soltera casadera que puedo regresar a mis esperanzas y sueños originales.

Sé que el alivio para los Soñadores es temporal. ¿Será que sólo por dos años tendré este alivio de la presión de casarme? Espero que no.

Pero al final, la vida de los Soñadores es así: se vive de día a día. Cuando finalmente podremos vivir de año a año es cuando algo grande se haya logrado.

Mariella Saavedra, Soñadora  y estudiante de psicología, colabora este verano con America’s Voice Education Fund como parte del programa DREAM Summer

Contacto: msaavedra@americasvoiceonline.org