Por Maribel Hastings, asesora ejecutiva de America’s Voice:
WASHINGTON, DC – Mucho se habla de que 2013 es el año de la reforma migratoria y muchos se preguntan por qué esta vez es diferente a los fallidos intentos de años anteriores, particularmente los infructuosos debates de 2006 y 2007.
Hay eventos que marcan un punto clave entre el antes y el después para un movimiento.
En el caso de la reforma migratoria hay dos instancias que han sido claves para un movimiento pro reforma mejor organizado y más efectivo y que marca una diferencia con los debates previos.
El primero es el salto de los Soñadores a la palestra nacional como la punta de lanza del movimiento pro inmigrante. Con su estrategia de salir del armario como indocumentados y una fresca y agresiva actitud de enfrentar sin miedo a los líderes políticos, los Soñadores emergieron triunfantes de las cenizas de la derrota del DREAM Act en el Congreso en el 2010 y finalmente obligaron a la administración de Barack Obama a concederles un amparo administrativo y temporal de la deportación en tanto se aprueba una reforma. Amparo que por años la administración dijo que no podía conceder. Con esta acción los Soñadores resucitaron el debate migratorio y salvaron al presidente y a los demócratas de sí mismos y de llegar a la elección general de 2012 sin ninguna acción migratoria positiva que balanceara el terrible récord de deportaciones y de ampliación de programas policiales de colaboración entre autoridades federales, estatales y locales, particularmente tras la incumplida promesa electoral de reforma migratoria en 2008.
El segundo elemento definitorio fue la estelar participación electoral de los votantes latinos en los comicios del 6 de noviembre gracias a las intensas campañas de movilización de diversas organizaciones y gracias también al entusiasmo que generó entre muchos votantes el que Obama amparara a los Soñadores de la deportación. Con ese voto los latinos concedieron a Obama y a los demócratas un mandato para impulsar una reforma migratoria que conceda una vía de ciudadanía para los 11 millones de indocumentados. Al mismo tiempo enviaron un inequívoco mensaje a los republicanos: si quieren volver a ver el interior de la Casa Blanca, y no como invitados, tienen que atraer el voto latino y apoyar una reforma migratoria sensata con una vía de ciudadanía. Es su mejor tabla de salvación.
Aunque en cada ciclo electoral hay evidencias del creciente poder político de los latinos, la elección de 2012 fue definitoria y manifestó ese poder en su máximo esplendor: cómo supone ganancias para quienes atienden los asuntos de interés para los hispanos, y cómo supone la derrota de quienes equívocamente creen que pueden ganar elecciones federales con el apoyo de su base ultraconservadora y ofendiendo al sector electoral de mayor crecimiento, los latinos, como hicieron los republicanos cavando su propia tumba electoral.
De manera, que los pasados años no vieron una atmósfera política tan favorecedora para la reforma como la que estamos atestiguando. ¿Habrán escollos y diferencias? Por supuesto. Pero los proponentes de la reforma migratoria llegan a este terreno de juego fortalecidos y mejor organizados.
Para muestras un botón. La semana pasada, cuando el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) detuvo y trató de deportar a la madre y al hermano de Erika Andiola, una activista nacional de los Soñadores, la movilización nacional fue tan inmediata y efectiva que se logró una acción diferida del proceso de deportación. En pasados años la administración habría dicho que las leyes son las leyes. Y a diferencia de otros años, la oposición a la acción de la administración fue limitada. En años anteriores habrían pedido la cabeza de Obama por solapar indocumentados.
A nivel de política pública, a diferencia de debates previos, ya no se parte de la premisa de que para poder siquiera mencionar la reforma migratoria hay que asegurar la frontera. Aunque siga mencionándose como talking point entre diversos sectores, la realidad es que la frontera está más segura que nunca antes, la cifra de cruce de indocumentados ha disminuido, y los recursos destinados a la frontera y a labores migratorias policiales ascienden a miles de millones de dólares. Un reciente análisis del Instituto de Política Migratoria (MPI) concluyó que la presente administración destinó 18 mil millones de dólares en 2012 a labores migratorias policiales y de seguridad fronteriza, más que los presupuestos de agencias federales como la DEA o el FBI.
Y a nivel de coaliciones y colaboraciones, los planetas también se están alineando.
La reforma migratoria trae a la mesa a una serie de diversos actores: religiosos, sindicatos, empresarios, agentes del orden público, activistas y políticos con diversos intereses. En esta ocasión el denominador común emergente es una solución para los 11 millones de indocumentados. Unos quieren ciudadanía, otros legalización sin ciudadanía; otros quieren que sea en un sólo proyecto, y otros que sea en varios.
Pero cuando se parte, de entrada, de buscar una solución migratoria para los 11 millones de indocumentados, se ha adelantado un mundo.
Y cuando vemos a sindicatos y empresarios coincidiendo en este punto, ya la mitad de la pelea está gana. Cuando el presidente de la Cámara Estadounidense de Comercio, Tom Donohue, describe al presidente de la Central Sindical AFL-CIO, Richard Trumka, como la mejor persona en labrar coaliciones, ya hemos adelantado un mundo. Y cuando Donohue dice que hay que proveer una vía para sacar a los 11 millones de las sombras, los planetas se están alineando.
Esta semana, de hecho, Donohue figurará junto a líderes policiales, religiosos y activistas en un evento en el National Press Club para instar al Congreso a que apruebe una reforma migratoria amplia este año. El evento es organizado por Forging Consensus, un proyecto del Foro Nacional de Inmigración.
¿Será sencillo el proceso? No. Nunca lo es. Pero se trata de un momento histórico donde los planetas se han alineado como nunca antes para hacer realidad la reforma migratoria.