WASHINGTON, DC – En el tema de la reforma migratoria, el senador republicano de Florida, Marco Rubio, tiene un problema: quiere quedar bien con Dios y con el Diablo.
Este fin de semana Rubio dijo que era “prematuro” declarar que había un acuerdo entre los sectores sindical y empresarial sobre un plan de trabajadores temporales en el marco del lenguaje legislativo de reforma migratoria que negocia el grupo bipartidista de ocho senadores que Rubio integra.
Es cierto que los procesos legislativos tienen vida propia y lo que se creía resuelto puede deshacerse en cualquier momento.
Pero hay dos puntos claves en esta declaración de Rubio formulada en una carta que envió al presidente del panel Judicial de la Cámara Alta, Patrick Leahy, demócrata de Vermont. Primero, que no reconoce que el acuerdo, aunque sea en principio, sí remueve uno de los principales obstáculos para el progreso de la reforma migratoria, y resalta cuánto ha cambiado el panorama político que rodea a este asunto, un cambio sin duda favorable al proceso.
Y en segundo lugar, que la declaración de Rubio está dirigida al ala más conservadora del Partido Republicano en el Senado que sólo unos días antes también envió una carta a Leahy quejándose de la celeridad del proceso.
Este punto es importante porque la queja de estos senadores, encabezados por Jeff Sessions, republicano de Alabama, no es tener más audiencias para discutir el tema. Su única intención es retrasar el proceso para descarrilarlo. Pueden tener mil audiencias y de todos modos votarán en contra de la reforma. Su único objetivo es matar la reforma.
Y el hecho de que Rubio esté apelando a este sector es preocupante toda vez que con su giro a favor de la reforma con una vía a la ciudadanía también está tratando de apelar a los votantes latinos que sabe que su partido necesita para recuperar la viabilidad política, y que él necesitará si, como se especula, aspira y logra la nominación presidencial republicana en 2016.
He aquí a Rubio tratando de navegar entre dos aguas: apelando a los ultraconservadores que buscaría para granjearse la nominación presidencial en 2016, y a los latinos que necesitaría para competir efectivamente por la Casa Blanca si asegura la nominación. Pero no puede tener dos mensajes y dos posturas diferentes. Si verdaderamente tiene aspiraciones de nominación presidencial en 2016 y la consigue, sabe que la vía a la Casa Blanca supone garantizar un porcentaje del voto latino que los republicanos van a asegurarse sólo si hacen lo correcto y apoyan la reforma migratoria con una vía a la ciudadanía para 11 millones de indocumentados. No si la descarrilan y achacan a otros el fracaso.
Las lecciones de los comicios presidenciales de 2012 están muy frescas todavía: apelar a una base ultraconservadora y opuesta a la reforma migratoria no es una estrategia ganadora para los republicanos que necesitan ampliar su base para poder competir con los demócratas. Por el contrario, apelar a los votantes latinos puede ayudar a los republicanos a ganar nuevamente la Casa Blanca así sea con una victoria compartida en inmigración. La inmigración define a los candidatos entre los votantes latinos y determina por quién votan y ya está probado que los republicanos no necesitan la mayoría del voto latino sino un porcentaje para competir efectivamente antes los demócratas.
Un reciente sondeo de Latino Decisions encontró que 44% de los votantes latinos a nivel nacional dicen que se inclinarían a votar republicano si el partido ejerce liderazgo y se esfuerza para que se apruebe una reforma migratoria con vía a la ciudadanía para los indocumentados. Y el mismo sondeo determinó que 64% de los votantes latinos culpan a los republicanos por el fracaso de la reforma migratoria en años recientes, y 60% anticipa que los republicanos tendrían la mayor parte de la culpa si la reforma fracasa en 2013. Algo que republicanos como Rubio deben ponderar.
Rubio está en la encrucijada: ser el líder de su partido en materia migratoria y la figura que pueda empezar a enmendar la maltrecha y casi inexistente relación del Partido Republicano con los votantes latinos, o el líder del ala más conservadora opuesta a la reforma que en nada ha contribuido a lograr que los republicanos ganen la Casa, como quedó más que demostrado en elecciones recientes, sobre todo la de 2012.
O está con Dios o con el Diablo.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice