El Houston Chronicle reportó en exclusiva que como parte de una iniciativa del gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, para combatir la inmigración indocumentada, se habría ordenado a agentes del Departamento de Seguridad Pública (DPS) a “empujar niños y bebés de vuelta al Río Grande” si los interceptaban en la frontera. Pero no solo eso, sino a no dar agua a los migrantes, incluso en medio del intenso calor.
Esta nueva crueldad se vendría a sumar a la ya larga lista de inmorales ataques contra los migrantes en los últimos años, que harían avergonzar por completo a una sociedad civilizada y sensible ante el dolor humano. Pero basta darse cuenta de que tiene tanto eco entre un importante segmento de la población el discurso de odio, para concluir que lamentablemente hay quienes festejan tal barbaridad, sobre todo quienes tienen en la supremacía blanca el principal refugio para su cobardía.
En efecto, si suena inhumano y en extremo cruel es porque lo es. Digamos que se trata de lo que uno imagina que pasa precisamente por las mentes de políticos como Abbott y otros tantos de su calaña. Es decir, el trato a los migrantes como si fueran infrahumanos. Es como si la política de Donald J. Trump y su asesor Stephen Miller de separar familias en la frontera fuera llevada a su máximo nivel de crueldad, como el permitir que niños y bebés se ahoguen.
La historia del Chronicle se basa en un correo electrónico que un agente del DPS envió a sus superiores donde dice en parte: “Creo que hemos cruzado una línea hacia lo inhumano”.
Pero si se analiza bien, la línea se cruzó hace rato con el envío de migrantes y solicitantes de asilo en autobuses y vuelos desde Texas y Florida hasta ciudades gobernadas por demócratas, todo para explotar el tema migratorio políticamente. Se ha cruzado también esa línea en el caso de Texas cuando se coloca serpentina o alambre con navajas en el Río Grande para evitar que los migrantes crucen por tierra; o cuando se colocan unas inútiles boyas que solo llevan a los migrantes a buscar otras rutas más peligrosas o donde el agua es más profunda.
Se ha cruzado también esa línea cuando mueren migrantes en custodia federal, y duele más cuando las víctimas son menores no acompañados, como los cuatro que han muerto tan solo este año; o cuando se da comida podrida o agua contaminada a los migrantes en centros de detención de ICE, como si fueran menos que seres humanos; o cuando el color de la piel del migrante determina el trato que recibe; o cuando se separó a miles de niños de sus padres por una absurda política de “tolerancia cero” en la frontera durante el gobierno de Trump.
La historia del Chronicle menciona también la espantosa historia de una migrante embarazada que quedó atrapada en la serpentina y habría sufrido un aborto espontáneo.
La línea de crueldad se viene cruzando hace rato en Florida con la promulgación e implementación de la ley antiinmigrante SB 1718 que viene generando una crisis humanitaria y económica en el estado, todo con el objetivo de dar al gobernador Ron DeSantis la oportunidad de satisfacer al sector republicano más antiinmigrante en busca de su voto.
Y es ahí donde todo lo que logró la lucha por los derechos civiles en este país fracasa en parte, pues el rechazo sin sentido, sin argumentos sólidos, o bien que solo demuestra el profundo racismo que aún persiste en Estados Unidos, es el eco de un discurso antiinmigrante y xenófobo que ha derivado en masacres una y otra vez.
Así, es obvio que serían iniciativas como la monstruosidad que reporta el diario texano las que contribuyen a crear la crisis en la frontera por la que los republicanos tanto salivan. Incluso el fin del Título 42 en la frontera no supuso el caos que ellos anticiparon, y de todos modos siguen adelante con sus planes de destituir de sus cargos tanto al presidente Joe Biden, como a su Secretario de Seguridad Nacional (DHS), Alejandro Mayorkas, argumentando que la frontera está “fuera de control” y son “responsables” de la crisis del fentanilo en Estados Unidos.
Pero si el reporte del Chronicle es veraz, los únicos fuera de control son los republicanos que, para sacar ventaja política del tema migratorio, son capaces de llegar hasta las últimas y siniestras consecuencias.
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