Por Maribel Hastings
Frank Sharry, el icónico líder y activista defensor de los inmigrantes, se quita su sombrero de Director Ejecutivo de America’s Voice, aunque no para retirarse definitivamente. Quienes lo conocemos sabemos que seguirá impulsando la esquiva reforma migratoria y defendiendo a los inmigrantes desde alguna otra capacidad.
Han sido 44 años de lucha en los que Frank ha trabajado con refugiados, asilados, migrantes que huyen de guerras, destrucción, pandillas y hambre; con grupos locales, estatales y nacionales; aliándose o peleándose con senadores y congresistas en diversas etapas de una travesía donde su norte siempre ha sido lograr que a los inmigrantes se les reconozca que son la espina dorsal de la economía de Estados Unidos y, como tal, deben tener la oportunidad de legalizarse, seguir contribuyendo y vivir en paz con sus familias y sus hijos y nietos estadounidenses.
Un corazón latino
Frank tiene el corazón latino. De hecho, es más latino que muchos latinos que conozco. La pasión con la que defiende a los inmigrantes, en particular a los hispanos, es digna de admiración.
Conozco a Frank desde que llegué a Washington, D.C. en 1993 para abrir la Corresponsalía del diario La Opinión. Se convirtió de inmediato en una de mis fuentes y pude atestiguar su genuino compromiso con los inmigrantes y con la reforma migratoria. Lo he visto llorar de emoción ante algunos de los logros obtenidos a lo largo de los años, o de frustración y rabia ante lo no conseguido.
De ser una fuente pasó a ser mi jefe cuando me pidió que me uniera a su equipo de America’s Voice en 2009 y ahí pude conocer más de cerca su tesón y el papel central que ha jugado en este movimiento.
Frank se retira en un punto neurálgico para este movimiento pro inmigrante. La presidencia de Donald Trump, las políticas antiinmigrantes de su gobierno y su influencia en un Partido Republicano sostenido por xenofobia, racismo y teorías conspirativas han anulado avances en materia migratoria, e incluso lo logrado, como DACA, está bajo seria amenaza.
Entre avances y nuevos retos
A esto se suma la realidad de que el movimiento pro inmigrante ha recorrido un largo camino y ha tenido grandes avances, pero sigue enfrentando retos.
“Siempre es difícil para este movimiento encontrar unidad. Hay tres carriles en este movimiento: izquierda, centro-izquierda y centro-derecha. Nos encontramos en nuestro mejor momento cuando esos tres carriles se unen para pelear por un cambio; nuestro peor momento es cuando esos tres carriles actúan cada uno por su lado. Y no proyectamos poder unificado”, dice Sharry.
“En meses recientes nuestro movimiento ha estado más dividido, pero espero que los líderes hagan un llamado a la unidad, a la uniformidad estratégica para presentar un frente unido a los encargados de hacer política pública”, agrega.
Frank recuerda cuando en el Partido Republicano había figuras comprometidas con la reforma.
“El Partido Republicano se dividía entre un ala pro inmigrante y una antiinmigrante. Pero John McCain perdió su batalla contra el cáncer; Lindsey Graham perdió su alma y Marco Rubio perdió el valor. Así que tenemos un Partido Republicano más nativista y hostil hacia los inmigrantes, e incluso quienes llegaron a postular que la inmigración es buena para nuestra nación argumentan que lo que está ocurriendo ahora es una ‘invasión’ o parte de una estratagema demócrata para reemplazar republicanos”, añade.
“Y esas son el tipo de teorías conspirativas de nacionalistas blancos que conducen a terrorismo doméstico, como en El Paso, Buffalo, Pittsburgh y el tiroteo contra dos inmigrantes en Texas a manos de un exalcaide de un centro de detención y su hermano. Esto es una gran amenaza, que la derecha radical quiera utilizar el nativismo para restringir la democracia y satanizar a los inmigrantes. Eso para mí es un reto de marca mayor”, explica.
“La buena noticia es que como movimiento estuvimos unidos en la oposición a Trump y pudimos minimizar el daño que él y (su asesor) Stephen Miller querían infligir en las comunidades inmigrantes. Pero temo que si Trump o un republicano tipo Trump llega a la Casa Blanca en 2024, la situación será peor”, declara Sharry.
“Tenemos un Partido Republicano unificado, que ha descendido al extremismo de derecha, y un Partido Demócrata pro inmigrante dividido e inseguro. Eso no es una condición sostenible, si el movimiento pro inmigrante quiere tener éxito”, afirma.
Y advierte que como movimiento pro inmigrante “tenemos que aprender a integrar las diversas tendencias que lo componen”. Dice: “No creo que hemos logrado el tipo de unidad que se requiere para contender con un dividido partido pro inmigrante, un nativista partido antiinmigrante y un público que es generalmente pro inmigrante, pero no profundamente”.
Sus mayores inspiraciones
Son dos legisladores demócratas los que señala como figuras que lo marcaron a lo largo de su carrera.
Uno de ellos, el fenecido senador demócrata de Massachusetts, Edward Kennedy: “Los riesgos que se tomaba, la valentía. Sabía maximizar su poder para obtener el mejor acuerdo porque para él no se trataba de verse bien él, sino de hacer el bien. Su ejemplo fue inspirador”.
El otro, el retirado congresista de Illinois, Luis Gutiérrez. “Es el comunicador de quien aprendí más. Podía hablar en el sótano de una iglesia a inmigrantes indocumentados y sus familias y los hacía llorar y movilizarse, y podía ir a la trastienda del Congreso y hablar con los republicanos y demócratas escépticos para asegurarles que lo que él defendía era un sistema funcional”.
Sobre los eventos que lo han marcado, obviamente recuerda las luchas en el Congreso por lograr una reforma migratoria, que se quedaron en el intento.
Pero si algo lo marcó fue que se lograra el primer TPS para los salvadoreños en 1990 tras una lucha de ocho años durante los que los grupos base trabajaron junto a grupos nacionales y legisladores federales con un solo fin. “Para mí, es cuando mejor estamos, cuando quienes saben mover los hilos en Washington, D.C. trabajan en sincronización con los grupos base”, reflexiona Sharry.
‘Paco Cereza’
Antes de su arribo a D.C., Frank fue codirector y luego director del grupo Presente, en Massachusetts, donde estableció fuertes vínculos con la comunidad salvadoreña. Fue tal su afinidad, que los inmigrantes salvadoreños lo bautizaron como “Paco Cereza”, una traducción libre del apellido como si fuera “Cherry”. Frank siempre cuenta la historia con mucho humor.
Siempre fue una presencia imponente en las movilizaciones no solo por su estatura, sino por la forma en que lo recibían los inmigrantes, cual si fuera una estrella de rock.
Al preguntarle qué mensaje le envía a esa comunidad inmigrante que todavía no ve concretada la reforma migratoria por la cual él ha luchado toda su vida, su voz se quiebra.
“Me ha honrado profundamente ser bienvenido por la comunidad inmigrante a este movimiento. No soy inmigrante, no soy latino y he recibido amor y aceptación, y desde el fondo de mi corazón puedo decir que amo a la comunidad inmigrante latina de Estados Unidos, y no quiero más que su total aceptación como los estadounidenses que son. Quiero devolverles el favor que me han hecho”, concluye.