La competencia por demostrar quién es el gobernador republicano más antiinmigrante de Estados Unidos está en curso. Y para nadie es difícil saber que entre Ron DeSantis, de Florida, y Greg Abbott, de Texas, la inspiración mayor de sus medidas en contra de miles de seres humanos que optan por Estados Unidos como país de salvación es ganarse el favor de la base republicana más extremista con la mira puesta en la nominación presidencial en las elecciones de 2024.
Así de simple, pero así de complejo se ha tornado el panorama político de cara a los comicios intermedios del 8 de noviembre, con Abbott y DeSantis en busca de la reelección, pero también con proyecciones muy concretas en torno a las elecciones presidenciales de 2024.
Simple, porque republicanos como DeSantis y Abbott no detienen sus ambiciones políticas ante nada, así sea pisoteando la dignidad humana de solicitantes de asilo, enviándolos hacia ciudades demócratas para “escarmiento”, según ellos, por lo que ocurre en la frontera sur, que es un fenómeno que ha ocurrido en la franja fronteriza más transitada del mundo aun antes de la existencia misma de dichos gobernadores.
Compleja, porque con sus acciones se está definiendo no solo el futuro de sus estados, sino el de esta nación que ya supo lo que es estar bajo un régimen como el de Donald Trump, con políticas públicas abiertamente xenófobas y antiinmigrantes, para luego convertirse en un elemento desestabilizador de la democracia estadounidense, tras perder rotundamente —y no aceptarlo— la Casa Blanca en 2020.
Pero mientras DeSantis y Abbott luchan por convertirse en el sucesor de Trump entre la base republicana más recalcitrante, el expresidente también amenaza con un segundo acto en la búsqueda de la nominación presidencial. Y como en la primera vuelta, su chivo expiatorio preferido siguen siendo los inmigrantes.
En un mítin en Warren, Michigan, el sábado, Trump declaró que es vital que el Congreso pase a manos republicanas para “detener la invasión en nuestra frontera sur”. Y agregó que si los demócratas siguen controlando el Congreso, la situación “empeorará” porque quieren “forzar una amnistía masiva, y darle asistencia pública a los indocumentados, seguro médico gratis y el derecho al voto”.
De hecho, esta extrema derecha republicana parece disfrutar al ser identificada con lo peor del movimiento Trumpista, que si bien en términos políticos resultó ser un éxito electoral entre los suyos, representó un retroceso histórico que ha mantenido a la sociedad estadounidense anclada nuevamente a temas que se creían superados.
En efecto, el racismo y el sentimiento antiinmigrante siguen siendo hoy parte del menú de opciones del comportamiento social estadounidense, temas que ahora mismo son incluso parte de las encuestas de las más prestigiadas firmas y universidades del país. Es decir, aún se sigue midiendo qué tan racista se es en el Estados Unidos de hoy. Increíble.
Ese racismo y el extremismo condonado y promovido por líderes republicanos, ya sea de manera directa o no condenándolo, sigue cobrando vidas. Por ejemplo, la semana pasada, en Texas, dos hermanos anglosajones dispararon contra un grupo de migrantes que tomaba agua al borde de la carretera, matando a uno de ellos e hiriendo a una mujer. Uno de los agresores era alcaide en un centro de detención de migrantes en ese estado.
En ese contexto se desarrollan tanto las estrategias como las campañas para las elecciones intermedias de noviembre, cuyos resultados serán la antesala del país en el que nos tocará vivir en los próximos años: si en uno que siga apostando por la diversidad cultural y la tolerancia, o en otro donde incluso las libertades se vean limitadas en función de políticas públicas de exclusión y de barbarie.
En los últimos meses se ha encontrado que el tema migratorio ha sido desplazado por la cuestión económica, la inflación, la pandemia, entre muchas otras prioridades que es necesario atender para avanzar. Pero si lo pensamos un poco, la inmigración no ha perdido peso en el debate político, sobre todo cuando se trata de responsabilizarla de todos los males que aquejan al país; claro, desde la perspectiva republicana y antiinmigrante, como han quedado exhibidos DeSantis y Greg Abbott.
En su debate ante el demócrata Beto O’Rourke el pasado viernes, Abbott prometió seguir enviando migrantes a ciudades demócratas, mientras evadió dos temas candentes en su estado y en el país: el derecho al aborto y el control de armas.
Y DeSantis, en medio del desastre de Florida por el huracán “Ian”, seguirá satanizando inmigrantes, aunque muchos han sido víctimas y otros seguramente contribuirán con su mano de obra a la reconstrucción del estado.
Mientras tanto, quizá el objetivo mayor de este bloque político que no cesa de ser “noticia” sea el de seguir manipulando a su base con discursos fáciles y repetitivos para fomentar la cerrazón y el odio hacia el migrante, sin importar que este venga a solicitar asilo legalmente. En todo caso, lo único que han logrado mostrar es el peor de los rostros de este país ante el mundo.
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