WASHINGTON, DC – El ciclo electoral 2016 arrancó —aunque las elecciones de 2014 todavía no llegan— y ya comenzó el desfile de potenciales aspirantes y mancuernas, de sondeos sobre favoritos y despreciados, además de que se desempolvan estrategias y promesas para comenzar a entusiasmar a los votantes, particularmente a aquellos con quienes hay deudas pendientes.
Este fin de semana se reportó que el presidente Barack Obama nominaría al alcalde de San Antonio, Julián Castro, como Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), y no hay que ser un genio para leer entre líneas. Castro es uno de los nombres más sonados para ser compañero de fórmula de Hillary Clinton, si lanzara su candidatura y obtuviera la nominación presidencial demócrata en el 2016.
Al joven político, que pronunció el discurso central en la Convención Nacional Demócrata en Charlotte, Carolina del Norte, en 2012, no le vendría mal agregar experiencia en la palestra nacional a su resumé.
Son varios los ciclos electorales donde han circulado nombres latinos como “estrellas ascendentes” y potenciales vices en las mancuernas.
En la historia más reciente, fue el ex gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, el que más circuló con diferentes candidatos, desde Al Gore en el 2000 y John Kerry en 2004, hasta el 2008 cuando se mencionaba como posible candidato, mientras se definía la peleada nominación demócrata entre Clinton y otra estrella ascendente, Barack Obama.
Por el bando republicano, el senador de Florida, Marco Rubio, sonó en 2008 para la mancuerna con el nominado republicano, Mitt Romney, pero el dudoso privilegio recayó en el congresista de Wisconsin, Paul Ryan. Ahora ambos figuran en las listas de potenciales aspirantes a la nominación presidencial republicana en 2016, aunque muchos no descartan que Rubio siga figurando como vice en las listas de otros potenciales a la nominación presidencial republicana, al igual que los gobernadores de Nuevo México y Nevada, Susana Martínez y Brian Sandoval, respectivamente.
Los vices se usan para atraer a votantes de cierto género, edad, escala laboral. Incluso balancean la mancuerna en términos de personalidad y conexión con el público.
En el caso de los demócratas, la brutal primaria de 2008 entre Clinton y Obama puso a prueba al voto hispano. Obama se alzó con la nominación a pesar del historial de los Clinton con la comunidad hispana, particularmente desde el punto de vista económico.
Y aunque la entonces senadora se pronunció a favor de un plan de reforma migratoria que aseguró presentaría en los primeros 100 días de su administración, las grandilocuentes promesas de Obama impresionaron más a los electores latinos que, junto a otros sectores, como mujeres y jóvenes, catapultaron al otrora senador de Illinois a la presidencia.
Clinton hacía promesas, pero con cierto grado de pragmatismo. Revisando mis artículos sobre la batalla Clinton-Obama por la nominación presidencial demócrata en 2008, me topé con una cita de Clinton pronunciada en Nashua, New Hampshire, en la que decía que los votantes deben entender la diferencia entre una persona que “habla mucho y otra que logra las cosas”. Obama hablaba de hacer cosas, pero ella las había logrado, según Clinton.
Obama prometió esperanza y cambio, pero en materia migratoria el cambio no ha llegado.
Los republicanos parecen firmes en no considerar proyectos migratorios este año. Incluso el viernes se anunció que ni siquiera un proyecto republicano de alcance limitado, como el ENLIST Act, para legalizar a jóvenes que sirvan en las Fuerzas Armadas, se considerará como enmienda al plan de gastos de Defensa.
Pero a dos años de las elecciones generales, sin reforma y con un récord de deportaciones, los demócratas tienen que ir más allá de condenar el bloqueo republicano si pretenden entusiasmar a los votantes latinos, sobre todo a los jóvenes afectados directa o indirectamente por la crisis de las deportaciones.
La anunciada potencial nominación de Castro a HUD y su preparación para la plataforma nacional parece ser parte de ese plan. Pero de no haber reforma a nivel legislativo, no sería raro que se anuncien cambios administrativos de mayor alcance el año entrante o en el 2016. No se trataría únicamente de salvar el legado de Obama, sino de impulsar al demócrata que sea el nominado o la nominada. (Aunque ahora mismo Clinton parece invencible.)
No hay que dejar nada a la suerte, pues siempre existe la posibilidad de que, a pesar del desastroso récord republicano con los latinos, aparezca un candidato capaz de apelar a los electores hispanos (Jeb Bush, por ejemplo) y que, con promesas de cambio y reforma, trate de explotar el desencanto de muchos latinos con los demócratas. Después de todo, ese libreto ya se usó y supuso triunfos electorales demócratas, aunque la reforma migratoria sigue siendo la deuda pendiente.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice