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“El largo descenso continúa, y solo el Partido Republicano puede detenerlo”

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La forma de conducir una democracia es tocar puertas, no romperlas a patadas

 

Ayer, terroristas domésticos llevaron a cabo un golpe de Estado fallido en el edificio de Capitolio de Estados Unidos. Alentados por Donald Trump para realizarlo, intentaron echar abajo los resultados de una libre y justa elección. Pusieron en riesgo la vida de servidores públicos, de la policía y del equipo del Capitolio, así como nuestra democracia.

A continuación compartimos un comunicado de Frank Sharry, Director Ejecutivo de America’s Voice, al respecto:

El largo descenso continúa, y solo el Partido Republicano puede detenerlo.

Desde el momento en que Trump descendió aquella escalera en 2015 para llamar a los mexicanos “violadores” y “delincuentes”, nosotros lo interpretamos como algo serio y literal. Desgraciadamente, el largo descenso ha continuado sin control desde entonces. Desde las matanzas en Charlotesville, Tree of Life en Pittsburgh y El Paso, hasta el ataque contra manifestantes pacíficos tan solo para tomarse una foto de campaña en el Parque Lafayette, e incluso los cientos de millones de dólares gastados en anuncios racistas y xenófobos, la conexión entre este presidente y la violencia, la supremacía blanca, el racismo, el antisemitismo y el autoritarismo ha sido clara.

No hay fondo para el jefe de la mafia, su familia criminal y sus serviles seguidores.

En una democracia que funciona plenamente, los baluartes de la rendición de cuentas de activarían para restringir a los que se empeñan en abusar del poder, amenazando libres y justas elecciones, y señalando siempre “al otro”. Desafortunadamente, Estados Unidos no tiene una democracia que funcione a plenitud en este preciso momento. La razón es clara ante los ojos del mundo: los líderes del Partido Republicano han sido activos cómplices en ayudar e incitar en este largo descenso hacia la impunidad, el autortarismo, la supremacía blanca y la violencia.

En todo momento, los líderes republicanos pudieron organizarse, defender el ideal estadounidense y mantener en control a Trump. Se han rehusado a hacer eso. Su cínica estrategia ha sido consentir y alentar el asalto de Trump a la democracia y la decencia, en función de su beneficio personal y político. Y siguen haciéndolo. Claro, algunos calcularon que Trump no podría salirse con la suya de dar un golpe de estado en toda regla, de tal modo que no votaron por los movimientos sediciosos para anular nuestra elección. Y muchos denunciaron la violencia que ellos mismos ampararon durante años de desvergüenza.  Pero eso es más de lo mismo: el cálculo político vinculado con la creencia de que ellos son los únicos que deberían tener el poder y de que sus opositores son menos que humanos y aspirantes ilegítimos al poder político.

Para el Partido Republicano, oponerse al golpe de estado es una táctica. Dirán: No funcionará esta vez, entonces no lo hagamos. La próxima vez nos aseguraremos de salirnos con la nuestra.

Pero digamos la verdad. Estados Unidos tiene un partido que está comprometido con una democracia multirracial que amplíe oportunidades iguales para todos. El otro partido está comprometido con la regla de contradecir a la mayoría con base en ese patriarcado blanco cristiano dedicado a preservar la riqueza y los privilegios de sus votantes y de quienes los financian. De hecho, todo esto tiene que ver con el avance de la democracia multirracial —que quedó de manifiesto en Georgia a principios de semana—, lo cual está provocando la violenta reacción blanca. Cualquier partido democrático respetaría las reglas y aprendería a ser más competitivo. El Partido Republicano es una pandilla que no cumple con las reglas, con el fin de servir al poder y a la plutocracia.

Quienes donan al Partido Republicano necesitan entender que su dinero y sus contribuciones también han ayudado a prolongar este largo descenso, y deberán ser responsabilizados por ello.

Como ha sido cierto desde ese día en que Trump bajó de aquella escalera, los republicanos han tenido siempre el poder de vigilarlo. Los líderes que creen en la democracia y en la rendición de cuentas condenarían a Trump pública e inequívocamente, y de inmediato lo destituirían del cargo. Hoy mismo. Pero no lo han hecho. Y no lo harán. Nuestra nación queda en peligro por esa razón.

Mientras tanto, quienes rechazamos el fascismo, defendemos la democracia participativa y trabajamos en función de la igualdad tenemos esperanza en la construcción de una mayoría multirracial, multiétnica y multigeneracional. De Arizona a Georgia y más allá, estamos comprometidos en construir, no destruir; en unir, no en dividir; en generar esperanza, no odio. Nosotros tocamos puertas para involucrar a los votantes, mientras ellos las rompen a patadas para destruir una elección. Creemos en el ideal estadounidense y queremos que se cumpla plenamnete para todos, independientemente del origen y el lugar de nacimiento. Amamos nuestro país, aun cuando vemos cuán dañado se encuentra en este momento decisivo.

Ojalá el Partido Republicano compartiera los mismos ideales.