A siete meses de las elecciones generales, la inmigración sigue surgiendo como la papa caliente que ha solido pasarse de mano en mano entre los que dicen estar haciendo algo para solucionarlo y los que critican pero tampoco hacen nada.
En el típico viraje que suelen dar los candidatos –o los potenciales candidatos-, de cara a la elección general, el casi nominado presidencial republicano, Mitt Romney, criticó al presidente Barack Obama por no haber cumplido su promesa de reforma migratoria. Una ironía porque Romney y los republicanos no apoyan esa reforma migratoria y el precandidato sólo ha fijado dos intenciones: que los indocumentados se autodeporten y vetar el DREAM Act, si es electo.
La hueca estrategia se veía venir pero en el caso de Romney no se sostiene porque ¿cuál es su mensaje? ¿Uno rompió la promesa y yo no propongo nada? A menos que, apelando a la frustración entre un sector del electorado hispano por la falta de progreso con la reforma migratoria, sea un velado llamado para que algunos no voten. Después de todo, pensará Romney, la mayoría no votará por él, según apuntan los sombríos pronósticos de las encuestas.
Raudo y veloz apareció el senador republicano de Florida, Marco Rubio, quien actuando cada vez más como un compañero de fórmula, comenzó a tratar de lavarle la cara a la sólida oposición republicana al DREAM Act con una aguada versión cuyos detalles exactos no se conocen, pero que, en general, buscaría regularizar a ciertos jóvenes sin concederles una vía a la ciudadanía. Algo que algunos líderes del movimiento estudiantil catalogan como una ciudadanía de segunda clase.
Pero en una entrevista con el Miami Herald, Rubio respondió que “no hay nada de segunda clase al respecto”. “Ahora ellos son segunda clase porque no tienen ningún formato de legalización”.
Para Rubio “el mayor obstáculo que enfrentaremos en este debate no será sobre política pública sino sobre política”. Algunos en la izquierda, dijo, planificaban atacar a los republicanos en este ciclo electoral “por no preocuparse por estos muchachos”. “Y ahora el prospecto de que hay una propuesta razonable para resolver este problema los asusta porque no quieren perder esto como arma política”, afirmó.
Pareciera que los republicanos no buscan usarlo como arma política. Veamos. Romney afirma que vetaría el DREAM Act, sus cifras de apoyo entre los votantes latinos son abismales y esos votantes latinos apoyan abrumadoramente el DREAM Act. ¿Qué hacer? Sacarse de la manga una medida que dé la impresión de que se está haciendo que parezca “razonable”, que la proponga un senador latino y carismático y que atraiga latinos, pero sin vía de ciudadanía para no alebrestar a los ultraconservadores.
A leguas se ve la costura.
Después está la otra cara de la moneda. Un presidente, Obama, que asegura que la sólida participación de los votantes latinos enviará un contundente mensaje de la urgencia de aprobar la reforma migratoria que se quedó en la lista de pendientes de 2008.
Y aunque la política de deportaciones continúa afectando a familias, la administración y las agencias que aplican la política reiteran que se hace de manera inteligente para centrarse en verdaderos criminales.
Pero algunos de los recientes foros comunitarios que conduce la Casa Blanca a través del país para escuchar a la comunidad hispana en los temas que la afectan, evidencian la desconexión que hay entre lo que dicen los funcionarios sobre esa política de deportaciones y cómo la percibe la comunidad.
Pilar Marrero, reportera política de La Opinión, lo capturó en la crónica que escribió sobre uno de estos eventos en Los Ángeles. “Soy graduada en matemáticas y estoy haciendo mi doctorado. Y aún así tiemblo cuando por alguna razón tengo que revelarle a alguien que no tengo papeles, porque la verdad es que mucha gente sí nos ve como delincuentes y eso no es justo. Yo me estoy rompiendo el alma estudiando”, dijo la estudiante indocumentada Ileana Pérez ante funcionarios de Obama y del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).
“Los burócratas la miraron sin pestañear”, escribió Marrero. Una de las funcionarias presentes respondió que para resolver el problema de fondo hay que cambiar la ley.
Menos mal que la tasa de desempleo entre los hispanos ha evidenciado mejoras porque la defensa de este tema de las deportaciones en año electoral está para llorar.
Papa caliente, papa caliente.
*Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice