Es de anticiparse que en los retorcidos tiempos en que nos ha tocado vivir, la sentencia de 22 años al exlíder de los Proud Boys, Enrique Tarrio, por conspiración sediciosa tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, provoque que el grupo extremista sume seguidores y pueda extender sus tentáculos por todo el país.
Es, de hecho, una reacción natural entre quienes se sienten “ofendidos” porque a un antipático provocador le han dado su merecido con base en la ley; y no importa que sea de origen hispano, como muchos de esta comunidad que se identifican con su altanería y fechorías, sino que lo más importante es que Tarrio representa el vivo reflejo de un segmento de la población que deifica el extremismo y la violencia por encima de todas las cosas.
Es algo similar a lo que ocurre con Donald J. Trump, que mientras más cargos criminales enfrenta, 91 hasta el momento, derivados de cuatro casos separados, más apoyo recibe de sus seguidores y más dinero suma a sus arcas en su intento de convertirse en el nominado presidencial republicano en 2024.
La más reciente encuesta de CNN, por ejemplo, arroja una preferencia de 52% hacia el exmandatario, en comparación con el gobernador floridano, Ron DeSantis, quien solo recibió 18% de apoyo. Es decir, hay ahora una diferencia de 34% entre los dos aspirantes presidenciales más antiinmigrantes de la historia reciente de Estados Unidos.
De hecho, los Proud Boys surgen justo en 2016 en medio del ascenso de Trump no solo a la nominación republicana, sino también a la presidencia. Tal ha sido la defensa del expresidente por parte del grupo, que el fiscal en el caso contra los líderes de la organización lo ha descrito como “el ejército de Trump”.
La Agencia EFE vía El Nuevo Herald escribió que “los últimos datos disponibles de Armed Conflict Location and Event Data Project (Acled), que recopila información en tiempo real de incidentes de violencia política, indican que la actividad de los Proud Boys en julio cayó un 75% con respecto a junio de este año”. Esto en medio de las sentencias de otros líderes del grupo por su papel en el asalto del 6 de enero de 2021.
Sin embargo, agrega que el Southern Poverty Law Center (SPLC) “advierte que el grupo no está en proceso de desaparición, sino más bien de reconversión”. SPLC ha señalado que el grupo neofascista está “diversificándose” y abriendo más delegaciones que nunca en todo el país.
Es decir, recorrer el lado malo de la historia parece ser el destino de quienes se han decantado por respaldar a quien refleja lo peor que ha producido una de las naciones más poderosas del mundo, y cuya arrogancia, narcisismo, extremismo, y falta de respeto a las leyes se han convertido en los nuevos valores de su grupo de idólatras.
No olvidemos que la intentona de golpe de estado del 6 de enero tenía el objetivo de evitar la certificación de Joe Biden como el legítimamente electo presidente de Estados Unidos, porque Trump y sus habilitadores propagaron la mentira de que le habían “robado” la elección. Trump instó a la turba, incluyendo a los Proud Boys, a asaltar el Capitolio, prometiéndoles indultos si llegaba a ser presidente de nuevo en 2024.
Y aquí nos encontramos en el umbral de otra elección y parece que nada se ha aprendido. Porque la base del Partido Republicano favorece a una persona que en cualquier liga sería catalogada como un delincuente.
Es decir, un individuo con 91 cargos criminales es el favorito en las encuestas, y por mucho. Controla el mensaje de su partido en diversos rubros, incluyendo inmigración, al grado de que congresistas republicanos de extrema derecha amenazan con cerrar el gobierno si en la medida que financia las operaciones no se cumplen sus demandas migratorias, incluyendo que se levante el ridículo muro en la frontera y que se lleve a votación el proyecto que busca un juicio de destitución contra el presidente Biden.
Porque a final de cuentas, la línea entre extremistas violentos como los Proud Boys y el resto del Partido Republicano ya no se distingue. De hecho, esos republicanos fueron los mismos que tardaron en condenar el asalto del 6 de enero; son quienes siguen propagando la mentira del “robo” de la elección, y quienes a pesar de todas las pruebas contundentes del papel de Trump sostienen que es un “perseguido político”.
Se equivocan. Los privilegios de que goza un antiinmigrante como Donald Trump, que recibe más millones de dólares en ayuda con cada cargo del que se le acusa, en nada se comparan con las difíciles condiciones que enfrentan quienes verdaderamente han sido perseguidos políticos por regímenes que aplican el terror como norma y que obligan a muchos a abandonar sus países, sin otra opción que buscar refugio en otras latitudes, incluyendo Estados Unidos, donde paradójicamente el empresario quiere volver a ser presidente.
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