El oportunismo republicano de infundir temor utilizando incluso tragedias como el conflicto entre Israel y Hamás es como un barril sin fondo, y nuevamente el expresidente Donald Trump es el abanderado de un Partido Republicano controlado y definido por voces extremistas y racistas.
Sin evidencia alguna, Trump declaró, según CNN, “que la ‘misma gente’ que perpetra ataques violentos en Israel estaba entrando en el país a través de ‘nuestra frontera sur totalmente abierta’, antes de especular con la posibilidad de que algunas personas que cruzan la frontera estén planeando un “ataque” contra Estados Unidos”.
Es una muestra más de que Trump y quienes solapan sus impertinencias geopolíticas no iban a desperdiciar este momento de dolor humano para azuzar una vez más a su base haciendo un paralelismo absurdo —que solo existe en su mente y sus perversidades políticas— con especulaciones sobre la frontera y, en general, el tema migratorio.
Trump dice eso y dirá más porque sabe que sigue siendo el favorito de la base republicana en las primarias de ese partido para elegir al candidato que enfrentará a Joe Biden en 2024 por la presidencia del país.
En ese contexto, el tema migratorio es central para los precandidatos republicanos, pero no para ofrecer soluciones sino para sacar ventaja política e infundir temor entre los sectores que equiparan a los inmigrantes con “delincuentes” y “terroristas”, como lo hizo Trump desde que se lanzó al ruedo presidencial en 2015, como lo sigue haciendo ahora y como lo imitan los otros precandidatos republicanos y otras figuras de esa colectividad.
Sí, otra vez para dañar a los chivos expiatorios de siempre, los inmigrantes, que buscan desesperadamente cruzar a territorio estadounidense tras recorrer kilómetros y kilómetros dejando atrás sus países de origen, donde no encuentran nada que los saque de la miseria. Pero eso no lo entiende Trump ni quienes lo siguen, y de eso sí hay evidencia palpable todos los días frente a los ojos de la sociedad estadounidense y del mundo.
Por otro lado, hay que recordar que como presidente, Trump firmó una orden ejecutiva autorizando el controversial veto musulmán que prohibía el ingreso a Estados Unidos de ciudadanos de cinco países musulmanes. Al asumir su cargo en enero de 2021, Biden derogó dicho veto, al que catalogó de discriminatorio.
Además, no hay que olvidar que el sello de Trump ha sido equiparar a los inmigrantes con “criminales”, “violadores” y “terroristas” apelando a lo peor del prejuicio de algunos sectores estadounidenses y sabiendo perfectamente qué botones tocar y cuándo tocarlos.
En ese sentido, es tan fácil para un bocazas como Trump y los suyos afirmar, sin evidencia, que agentes del “terrorismo” estarían traspasando la frontera, pero le es difícil aceptar que el terrorismo doméstico estadounidense —sí, ese que aplaude teorías de la conspiración y se hace eco de la retórica de odio y de racismo de la supremacía blanca— ha aniquilado los sueños de cientos de migrantes y otras minorías al perpetrar ataques masivos en escuelas o supermercados. Ver la paja en el ojo ajeno ha sido práctica constante de Trump y de su movimiento para tratar de desviar la atención de sus propias atrocidades.
Este ciclo electoral no ha sido la excepción. En efecto, tanto Trump como el resto de su comparsa están utilizando a los inmigrantes como chivos expiatorios, echando mano de la retórica de supremacistas blancos como las “fronteras abiertas”. Y se aferran a cualquier situación para explotar el tema, tal y como lo están haciendo con el conflicto entre Israel y Hamás.
La retórica extremista y deshumanizante tiene ecos del nazismo. Hace apenas unos días Trump, en una entrevista con The National Pulse, declaró lo siguiente: “Nadie tiene idea de dónde vienen estas personas, pero nosotros sabemos que vienen de prisiones. Sabemos que vienen de instituciones de salud mental y de manicomios. Sabemos que son terroristas. Nadie había visto antes lo que estamos atestiguando ahora. Es muy triste para nuestro país. Están envenenando la sangre de nuestro país”.
Sí, tal como establecían las leyes raciales de Nuremberg de 1935, con las que el régimen nazi pretendía proteger “la sangre y el honor de los alemanes”, con esa absurda idea de que la “raza” alemana era superior a todas.
Ahora los republicanos echan mano de una tragedia de grandes proporciones para impulsar su agenda de medidas antiinmigrantes que no resuelven el problema de fondo de un sistema migratorio obsoleto, mismo que no responde a las necesidades humanitarias, económicas y familiares del presente. Lo hacen para infundir pánico entre un sector de la población que no requiere de mucho para que afloren sus sentimientos antiinmigrantes. Lo que nos lleva a concluir que no quieren buscar soluciones, porque hacerlo les eliminaría su arma favorita en su arsenal demagógico: la frontera y los inmigrantes.
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