Ahora que la oficialmente nominada presidencial demócrata, Kamala Harris, seleccionó al gobernador de Minnesota, Tim Walz, como su compañero de fórmula para la vicepresidencia, los contrastes con el binomio republicano de Donald Trump y JD Vance, a quien Walz cataloga de “raros”, no pueden ser más evidentes.
Para empezar, en materia migratoria los demócratas no están proponiendo redadas y deportaciones masivas como Trump y Vance, entre otros tantos excesos que los republicanos defienden en contra de los inmigrantes, contra los derechos de la mujer y de los trabajadores, y contra de la tradición democrática de esta nación.
Harris y Walz se embarcan en una gira por estados clave para ganar la Casa Blanca y los electores podrán conocer sus propuestas. Walz, nacido en Nebraska, ha sido maestro, congresista y es veterano de la Guardia Nacional del Ejército.
Es un demócrata descrito en su carrera como moderado, centrista y ahora progresista por las políticas que ha implementado Minnesota para proteger el derecho al aborto y la licencia laboral con paga, entre otras. Su presencia busca apelar a hombres blancos que no apoyan a Trump o que están indecisos de hacerlo. O incluso a quienes apoyan a Trump porque han comprado su mensaje aparentemente sin comprender que las políticas del expresidente atentan contra sus intereses.
En inmigración, America’s Voice, enumeró cinco puntos del historial migratorio de Walz en Minnesota: su apoyo a los Dreamers y a la reforma migratoria; concedió licencias de conducir a los indocumentados de su estado por las lógicas razones de seguridad para todos; su apoyo a los refugiados, se opuso a la política de separación familiar de Trump, y también se opuso al muro fronterizo.
Hay que reconocer que la inesperada fórmula Harris-Walz está generando entusiasmo entre la base demócrata y entre otros sectores políticos que ven con temor el retorno de Trump a la Casa Blanca. Hay ecos del ascenso de Barack Obama en 2008 con su mensaje de Esperanza y Cambio. El mitin de Philadelphia para presentar a Walz evocó recuerdos del entusiasmo que arropó a la nación hace 16 años. Y esto contrasta con la fórmula Trump-Vance, su mensaje negativo, oscuro, divisivo y apocalíptico; su retórica y propuestas extremistas y retrógradas que solamente se han intensificado.
Por ejemplo, el 3 de agosto se cumplió el quinto aniversario de la masacre de El Paso, Texas, el peor ataque contra la comunidad latina en la historia de Estados Unidos, perpetrado por un supremacista blanco que se creyó la teoría conspirativa republicana de que los hispanos están “invadiendo” Texas a través de la frontera. Pero cinco años después, esa retórica se ha recrudecido porque hay conductas republicanas que solamente empeoran.
Muchos pensaban que tras el intento de asesinato en su contra, Trump cambiaría sus modos. Pero no. Y el propio Trump lo ha dicho en sus mítines, como en uno recientemente en Minnesota.
“Todos dicen: ‘Creo que ha cambiado…Algo le ha afectado'”. Y luego agregó: “No, no he cambiado. Tal vez estoy peor”.
De eso no cabe la menor duda porque en sus apariciones sigue destilando el mismo veneno y repitiendo las mismas mentiras sobre un abanico de temas, especialmente la inmigración.
Solamente hay que ver su caótica y racista entrevista ante la Asociación Nacional de Periodistas Afroamericanos (NABJ) donde dijo una sarta de mentiras, e insultó a la vicepresidenta Harris.
“Ella era india y de repente dio un giro y se convirtió en una persona afroamericana”, declaró Trump para agregar que “alguien” debería investigar la identidad de Harris. Otro ejemplo de que ciertas estrategias nunca cambian. Trump se insertó en la contienda presidencial de 2008 cuestionando el certificado de nacimiento de Obama y si verdaderamente había nacido en Hawaii y no en Kenia, como su padre.
En el mismo evento Trump recurrió a otra desgastada y divisiva estrategia republicana: enfrentar a los afroamericanos con los hispanos afirmando que los indocumentados se están apoderando de los “trabajos afroamericanos”.
Trump también intenta desligarse del maquiavélico Proyecto 2025 de la Heritage Foundation, la hoja de ruta de las políticas públicas extremas que se implementarían en un segundo mandato de Trump en diversos rubros, desde restricciones al aborto hasta deportaciones masivas. El hecho de que el director del Proyecto 2025, Paul Dans, renunciara, no quiere decir que el plan desaparezca porque sus autores y promotores son ex funcionarios, ex asesores y aliados de Trump. El Proyecto 2025 es el sueño de Trump y los ultraconservadores y eso no ha cambiado, se llame o no Proyecto 2025.
Queda por ver si la visión positiva del binomio Harris-Walz, con la contagiosa risa de ella, criticada, por cierto, por Trump, y la jocosidad y el carisma de él, y sus propuestas sensatas e incluyentes se imponen sobre la visión retrógrada y extremista del equipo Trump-Vance. El 5 de noviembre los votantes tendrán la última palabra.