Los republicanos de la Cámara Baja están enfrascados en una lucha interna por la presidencia de ese organismo, toda vez que Kevin McCarthy, congresista de California y lugarteniente de Donald Trump, parece que no es lo suficientemente extremista para el bando MAGA. Y eso que más que legislar, McCarthy está salivando por emplear la mayoría partidista a partir del 3 de enero para perseguir opositores, inventar conspiraciones y avanzar una agenda extremista que ya fue rechazada por los votantes en los comicios intermedios del pasado 8 de noviembre.
Toda semejanza con una actitud autocrática es mera coincidencia. Pero amenazar de antemano a opositores no es una práctica de la democracia; antes bien, es opuesta diametralmente al comportamiento civilizado como punto de partida para el ejercicio de las libertades. Pero si a ello se suma que hay planes y propuestas peores que las de McCarthy y sus secuaces, entonces empieza a tener sentido todo el daño que quisieron hacer esas huestes que protagonizaron la intentona de golpe de estado en 2021.
Reportan diversos medios que McCarthy todavía no tiene asegurados los 218 votos que requiere para ganar la presidencia cameral porque el sector todavía más recalcitrante que él prefiere a una figura más radical para dirigir su agenda. El radical republicano de Arizona, Andy Biggs —sí, ese que se refirió a los procesados por el asalto al Capitolio como “víctimas” de una justicia “estilo soviético”—, afirma que buscará la presidencia en caso de que McCarthy no reúna los 218 votos en la primera ronda de votación.
Esa confrontación entre radicales peligrosos hace pensar en una catástrofe política republicana, pues aunque alguna de las dos facciones fracasara, se prevé de antemano que nada los hará ceder sobre el tipo de país que quieren diseñar a partir de ahora, lo que nada tiene que ver con el Estados Unidos que ha apostado por la diversidad sustentada en la democracia.
Es decir, que a pesar de que en los comicios intermedios los votantes enviaron un contundente mensaje al rechazar el extremismo y a los candidatos apoyados por Trump (excepto en Florida), los congresistas fieles al expresidente siguen siendo los que parecen dirigir la orquesta en la Cámara Baja; ello no augura nada bueno para migrantes, mujeres y minorías en el país. Aunque en realidad para nadie lo es, pues una agenda de extremismo y paralización en nada contribuye al progreso del país.
De hecho, ya lo estamos viendo y sintiendo con las miles de vidas estancadas en un limbo migratorio que se extiende ad infinitum, como es el caso de los Dreamers y los beneficiarios de TPS, quienes a pesar de demostrar con creces que son parte esencial de la economía y la sociedad estadounidenses, simplemente son ninguneados e invisibilizados por esa ala antiinmigrante y racista que espera entrar nuevamente al escenario político a partir de enero a hacer de las suyas.
En efecto, nada bueno puede esperarse si figuras como Marjorie Taylor Greene, la congresista republicana de Georgia, favorita de Trump, y promotora de teorías conspirativas de los nacionalistas blancos, son las que estarán controlando al Partido Republicano.
Este fin de semana Taylor Green se burló de quienes la acusan de estar involucrada en la planificación de la intentona de golpe de estado del 6 de enero de 2021, diciendo que si ella hubiese estado involucrada, habría sido un asalto armado.
“Si Steve Bannon (exasesor de Trump) y yo hubiéramos organizado eso (el asalto al Capitolio), hubiéramos ganado. Por no mencionar que habría sido armado”, declaró Taylor Green, según diversos reportes de prensa. Luego trató de aclarar que se trató de un “sarcasmo”, aunque los republicanos de MAGA han demostrado que su “sarcasmo” tiene serias consecuencias en el mundo real, y ha resultado en muertes en más de una ocasión.
En efecto, el nivel de cinismo trumpista que nos espera será más que inaudito, pues envalentonados en el apoyo que han recibido de parte de ese segmento del electorado estadounidense que se resiste a aceptar una realidad que ya los rebasó hace mucho tiempo, los republicanos darán rienda suelta a las peores prácticas de la soberbia anglosajona en el ámbito político de cara a los comicios generales de 2024.
Pero hay dos asuntos que se están desarrollando en medio de la caótica lucha de poder de los republicanos en la Cámara Baja. En el Senado hay un grupo bipartidista discutiendo una propuesta para beneficiar a ciertos migrantes, particularmente los Dreamers, antes de que culmine el año y los republicanos asuman el control de la Cámara Baja el 3 de enero. Una de las figuras que lidera las pláticas es la senadora de Arizona, Kyrsten Sinema, quien fue reelecta como demócrata y acaba de anunciar que de ahora en adelante votará como independiente; lo cual tampoco es garantía para lograr algo concreto, toda vez que esa decisión fue tomada por la legisladora inmediatamente después del triunfo del senador demócrata Raphael Warnock en Georgia, con el fin de desestabilizar la mayoría que los demócratas habían logrado en ese cuerpo legislativo.
Por otra parte, el comité que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 se prepara para su última reunión la semana entrante, cuando se anticipa que formule al Departamento de Justicia recomendaciones sobre presentación de cargos a los involucrados.
No obstante, siendo realistas, ambos asuntos enfrentan una lucha cuesta arriba independientemente de lo que pase. En el caso del plan migratorio, si se produce un milagro de Navidad, solamente tendría posibilidades si fuera aprobado por ambas cámaras del Congreso antes de que finalice el año y sea promulgado por el presidente Biden. Sólo queda un par de semanas efectivas, y de no ser por un acto de voluntad suprema por parte de la esfera política de este momento, no se sabe qué otra instancia podría hacerlos votar de una buena vez por componer la situación de miles de familias migrantes que no han venido a mendigar a Estados Unidos, sino a ganarse un espacio con su arduo esfuerzo durante años.
Porque a partir de enero, cualquier cosa que suponga beneficios migratorios no pasará por el cedazo de los extremistas.
Y en el caso de los anarquistas del 6 de enero de 2021, son ellos quienes controlarán la agenda de la Cámara Baja a dos años de las elecciones generales, así que hay que abrocharse los cinturones ante la turbulencia adicional que se avecina.