El aspirante a la nominación presidencial republicana, Jeb Bush, finalmente reaccionó este pasado fin de semana a los desafortunados comentarios de otro aspirante, Donald Trump, catalogando a los indocumentados mexicanos de violadores y criminales. Bush afirmó que lo dicho por Trump no representa al Partido Republicano ni sus valores.
Bush, ex gobernador de Florida, estado con 24% de población hispana, dijo que se sintió personalmente ofendido. Está casado con una mexicana naturalizada, Columba Bush, y sus hijos tienen sangre mexicana. El ex gobernador de Texas, Rick Perry, un estado donde los hispanos representan 38% de la población, coincidió con Bush.
Otro aspirante, Marco Rubio, actual senador de la Florida, declaró que los comentarios de Trump son “ofensivos, inexactos y divisivos”.
El ex candidato presidencial republicano, Mitt Romney, tildó los comentarios de Trump de “error severo”. Romney tiene experiencia con errores severos. En las elecciones presidenciales de 2012, propuso la autodeportación como una solución para lidiar con los 11 millones de indocumentados y sólo obtuvo 27% del voto latino en comparación con el 44% de George W. Bush en 2004, y el 31% de John McCain en 2008.
Sin embargo, un sondeo de CNN/ORC coloca a Trump en la segunda posición en la preferencia de los republicanos con un 12%, superado sólo por el 19% de Bush.
Es como si los porcentajes reflejaran la división del Partido Republicano entre el sector que sabe que necesita abordar con respeto al voto latino que necesita para llegar a los porcentajes requeridos para ganar la Casa Blanca; y ese otro sector que cree que sólo atizando a los ultraconservadores que requieren para avanzar en las primarias y asambleas populares de algunos estados pueden resolver su dilema. Olvidan que una vez lograda la nominación, tienen que apelar a otros sectores electorales: independientes, jóvenes, mujeres y minorías étnicas como los hispanos.
Por años el liderazgo del Partido Republicano no ha tenido el espinazo de enfrentar inmediata y vigorosamente a figuras como Trump, que sabotean cualquier esfuerzo que esa colectividad quiera hacer para acercarse a los votantes latinos que han ido abandonando a este partido a pasos acelerados en la pasada década, precisamente porque los insultos y las faltas de respeto han ido subiendo de tono.
El congresista republicano de Iowa, Steve King, dijo en 2013 refiriéndose a los DREAMers, que “por cada alumno destacado, hay 100 que pesan 130 libras y tienen pantorrillas del tamaño de melones porque arrastran 75 libras de marihuana por el desierto”.
En 2012, King comparó a los inmigrantes con perros al hablar de cómo Estados Unidos debe seleccionar a los inmigrantes que ingresan al país. Es como escoger un perro de caza entre una camada, dijo. Y previamente abogó por la electrificación de una barda “con una carga de corriente que no mate a nadie”. “Hacemos eso con el ganado todo el tiempo”, declaró.
Un mexicano que había sido deportado cinco veces está acusado de matar en San Francisco a una joven estadounidense la semana pasada y Trump usó el trágico incidente como prueba de lo que dijo, de que los indocumentados mexicanos son criminales.
El problema con la premisa es que Trump, y quienes lo apoyan, creen correcto generalizar y echar a todos los inmigrantes, mexicanos y latinoamericanos, en un mismo saco.
La maldad no tiene nacionalidad. En todas partes hay manzanas podridas de toda etnia, raza, estatus social o migratorio, del mismo modo que hay gente buena, trabajadora que a diario lucha por sus familias; que realizan labores que contribuyen al progreso de esta gran nación, desde las más humildes, hasta las más avanzadas.
Pregúntele a cualquier indocumentado o inmigrante y será el primero en decirle que quienes son criminales e indeseables deben ser removidos de este país. Lo ocurrido evidencia un sistema migratorio maltrecho. Es una de las consecuencias de no tener una reforma migratoria que permitiría saber quiénes están entre nosotros y separar la paja del trigo.
¿O qué les parecería a los republicanos que por las declaraciones de Trump haya que tildarlos a todos de prejuiciosos? Seguramente no les gustaría.
Pero no deben olvidar que, en política, la percepción es la realidad.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice