El 6 de noviembre de 2012 el Partido Republicano “murió” entre los votantes latinos y otras minorías, como quedó demostrado en la desastrosa elección de ese año, cuando el aspirante presidencial republicano, Mitt Romney, apenas logró 27% del voto latino, gracias a su plataforma migratoria de la autodeportación.
El 18 de marzo de 2013 una “autopsia” del Partido Republicano confirmó las razones de la “muerte”: adicción a su base ultraconservadora y antiinmigrante. Para sobrevivir en elecciones a nivel nacional, el Partido Republicano tiene que atraer a votantes latinos y a otras minorías, pues el voto de su base de ultraconservadores no es suficiente.
Esta semana se cumple un año de la “autopsia” y el Partido Republicano no resucita entre los votantes latinos y las minorías porque, lejos de aplicar las recomendaciones de cómo atraer el voto hispano, ha hecho todo lo contrario, especialmente bloqueando el voto de un plan de reforma migratoria en la Cámara Baja. Como el tema migratorio no tendrá mucho peso en las elecciones de medio tiempo en noviembre de este año, el mal cálculo es dejarlo para el próximo ciclo, la elección general de 2016, cuando ya hayan más que cimentado su imagen de antiinmigrantes, llegando a un punto sin retorno.
Ante este cuadro, los grupos pro reforma y líderes y legisladores latinos han incrementado la presión sobre el presidente Barack Obama para que use su pluma y gire una orden ejecutiva que ampare de la deportación a ciertos indocumentados, en tanto se concreta la solución legislativa permanente que se requiere y que los republicanos de la Cámara Baja han tomado como rehén.
La presión ha sido tal que el propio presidente convocó a legisladores latinos a la Casa Blanca el pasado jueves, y a activistas el pasado viernes. Su mensaje central: no hay que quitar la presión sobre los republicanos y es contraproducente centrarse en pedir un alivio administrativo a Obama, según la Casa Blanca, porque supone una “distracción” a los esfuerzos de presionar a los republicanos. Se anunció una “revisión” de la política de deportaciones.
Pero ojo porque en todo este proceso nadie ha quitado la presión a los republicanos.
Aquí no se trata de aplicar el refrán de que en momentos de desesperación se requieren medidas desesperadas.
Aquí se trata de presionar a los dos sectores que tienen en sus manos un alivio a la crisis que viven nuestras familias inmigrantes que ya han sufrido el peso de la deportación, que están en proceso, o que viven con el temor de convertirse en otra cifra que siga engordando la de los dos millones de repatriados a la fecha.
Hay una solución legislativa permanente que es cautiva de los republicanos de la Cámara Baja.
Hay una solución administrativa temporal que está en manos de Obama y pedirla no supone que los grupos de presión estén abandonando la opción legislativa.
Con su renuencia a liberar esa solución legislativa, los republicanos siguen cimentando su imagen de antiinmigrantes e impidiendo una resurrección electoral en las urnas en 2016.
Con su creencia de que presionarlos por una acción administrativa es contraproducente, la Casa Blanca parece ignorar la función de los grupos de presión aunque sean tradicionalmente aliados. No es un ataque. Cualquier acción que beneficie a la comunidad inmigrante y a los ciudadanos afectados por la política de deportaciones será benéfico políticamente para los demócratas.
Dicho esto, la comunidad espera que el anuncio de que la administración revisará su política de deportaciones para que se aplique de forma “más humana” resulte en acciones concretas con alivios palpables, aunque es bastante complicado “humanizar” la separación familiar.
Se abre así otro compás de espera donde debe mantenerse la presión sobre ambos sectores: sobre los republicanos de la Cámara Baja, que pueden liberar y aprobar la reforma migratoria y en el proceso resucitar sus posibilidades electorales entre los votantes latinos; y sobre la Casa Blanca demócrata, que puede proveer un respiro más que humano a las deportaciones y en el proceso cimentar el apoyo del que, a pesar de todo, siguen gozando entre los hispanos.
La presión por la reforma tiene dos vías.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice