Si el Partido Republicano de Donald Trump se enfrasca en un asalto frontal contra la democracia, contra el derecho de las minorías al voto, contra la protección de ese derecho para sus propios ciudadanos, ¿se puede esperar entonces que quiera legalizar a millones de indocumentados, sobre todo si esa legalización conduce al derecho al voto tan pronto obtengan la ciudadanía?
Las entretelas del comportamiento político republicano de los últimos tiempos, concretamente desde la era de Trump, indicarían de inmediato que no, pues todo aquello que signifique un respaldo a minorías específicas, ya sea en políticas públicas o tan solo en propuestas para debatirlas, es y será rechazado de inmediato por este bloque de piedra política en que se ha convertido el actual Partido Republicano.
En pocas palabras, si los republicanos conspiran contra sus propios ciudadanos, ¿se puede esperar que colaboren con los demócratas en favor de legalizar a indocumentados? La respuesta es tan absurdamente obvia como la aún permanente presencia entre sus filas de la retórica perfectamente aprendida de su mentor número uno, Donald Trump.
Por ejemplo, este martes los republicanos bloquearon el inicio del debate de un proyecto de ley que persigue contrarrestar las leyes de los estados gobernados por republicanos que buscan suprimir el voto de minorías, todo sustentado en la farsa de que las elecciones 2020, que Trump perdió, estuvieron “plagadas de fraude”.
La premisa republicana es simple: si un demócrata gana, es porque hubo “fraude”, sobre todo porque tienen un mayor porcentaje de apoyo entre electores de minorías. Pero si el que gana es un republicano, todo está en orden.
La llamada Ley para el Pueblo, entre otras cosas, solo buscaba pedir 15 días de voto anticipado y voto por correo, además de imponer límites a la financiación de campañas electorales y, sobre todo, exigir a los candidatos presidenciales sus declaraciones fiscales. ¿Suena familiar el origen de por qué los republicanos rechazaron debatir sobre este proyecto de ley? El pueblo estadounidense, por cierto, aún espera la información detallada y largamente postergada sobre la declaración de impuestos del expresidente Trump.
Por otro lado, si algo queda claro tras este voto es que el bipartidismo está herido de muerte, si no es que ya expiró. En ese sentido, los demócratas tienen ante sí la gran disyuntiva de buscar la manera de reformar el filibuster —ese mecanismo para que las minorías bloqueen medidas en el pleno requiriendo 60 votos—, si es que pretenden avanzar su agenda, no solo en esta medida de protección del derecho al voto, sino en diversos rubros, incluyendo, claro está, la reforma migratoria.
Pero los demócratas no cuentan con sus 50 votos ante la negativa de los senadores Joe Manchin y Kyrsten Sinema, de West Virginia y Arizona, respectivamente, de defender el filibuster en su forma actual. Habría que preguntarse si estos dos camaleónicos “demócratas” quieren mantenerse en sus puestos… pero con el respaldo de otra base de votantes, digamos más conservadores.
De hecho, no fue descabellado lo que el líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, dijo sobre este resultado, en el sentido de que la votación no era sobre una política concreta, sino sobre si el Senado debía simplemente debatir sobre el derecho al voto. Con el rechazo republicano se comprueba entonces lo que Schumer mismo lamentó al decir que Trump había encendido “un fuego en las legislaturas estatales republicanas con sus despreciables mentiras y ahora estas han lanzado el mayor esfuerzo de supresión del voto de los últimos 80 años”.
Porque de eso se trata precisamente el voto de rechazo de los republicanos: de suprimir el voto de las minorías. No hay que darle tantas vueltas al asunto. No es política limpia la que se realiza entre sus filas, sino un acto despreciable de evidente discriminación electoral.
Así, mientras el calendario avanza, a nivel legislativo es poco lo que la administración de Joe Biden tiene para demostrar, especialmente de cara a los comicios intermedios en 2022. Dicen que no hay peor lucha que la que no se hace y eso aplica para los demócratas si una vez más se resguardan en la excusa de que “los republicanos nos bloquearon”, aunque sea cierto.
Ya está más que comprobado que los republicanos les importa un bledo el bipartidismo. Su agenda es bloquear las propuestas de Biden en todos los rubros y recuperar el control del Congreso en 2022, particularmente el Senado.
Está más que comprobado que los republicanos no gobiernan para el país sino para la base de Trump que los puede mantener en sus escaños. Y lo peor del caso es que hay un sector del pueblo estadounidense que parece no entender la gravedad de las acciones republicanas en contra de la democracia.
De ahí que sea necesario desnudar todo intento de retorno del “trumpismo”, y hacerlo a tiempo es la urgencia que exige la historia humana, antes de que sea demasiado tarde.
En ello radica, por supuesto, la importancia de que los demócratas agarren el toro por los cuernos y demuestren que están dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias para avanzar medidas en el Congreso que tienen el apoyo de la mayoría de los estadounidenses y de la base que los ha catapultado al triunfo.
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