WASHINGTON, DC – ¿Realmente tendremos cuatro años y potencialmente ocho de este circo de tres pistas que es la presidencia de Donald J. Trump?
Este lunes anunciaría su revisada orden ejecutiva sobre la prohibición de ingreso a Estados Unidos de ciudadanos de seis países de mayoría musulmana. Irak ya no figura en la lista.
Hasta el momento, Trump ha gobernado a punta de órdenes ejecutivas, las mismas que los republicanos tanto condenaron durante la presidencia de Barack Obama, pues parece que no confía en que el Congreso de mayoría republicana le conceda prontamente algunas de sus más desatinadas propuestas.
Tal es el caso de las órdenes ejecutivas migratorias que a nombre de remover del país, según Trump, a pandilleros, narcotraficantes y criminales, también se ha llevado enredados incluso a DREAMers, los mismos que Trump alega están cercanos a su corazón.
En materia migratoria no se vislumbra una solución legislativa favorable, aunque Trump diga estar “abierto” a una reforma que legalice sin vía a la ciudadanía a indocumentados sin historial delictivo.
Pero tanto el tema migratorio como el del futuro de la Ley de Seguro Médico Asequible, mejor conocido como Obamacare, y otros asuntos legislativos permanecen en una especie de limbo por la retahíla de controversias y crisis que emanan de la Casa Blanca en la era de Trump.
El fantasma del Rusia Gate sigue enmarcando la presidencia de Trump en gran medida por una Casa Blanca empeñada en no aclarar en qué han consistido los acercamientos de la entonces campaña de Trump con funcionarios rusos. Trump insiste en que ni él ni sus cercanos aliados han tenido contactos con los rusos, pero poco a poco lo destapado dice lo contrario.
El primero en caer fue su exasesor de seguridad nacional, Michael Flynn, quien incluso le ocultó al vicepresidente Mike Pence y a otros funcionarios de la Casa Blanca la amplitud de sus contactos con el embajador ruso en Estados Unidos y la naturaleza de los mismos, pues se supo que, en efecto, discutió el tema de las sanciones estadounidenses contra Rusia.
Su Secretario de Justicia, Jeff Sessions, tuvo que recusarse de cualquier pesquisa que conduzca el Departmento de Justicia sobre el Rusia Gate porque se supo que se reunió con el embajador ruso en Cleveland, Ohio, en medio de la Convención Nacional Republicana, y no lo dijo cuando testificó bajo juramento ante el Comité Judicial del Senado durante sus audiencias de confirmación. Se ha sabido de otros funcionarios del círculo más cercano a Trump que se han reunido con los rusos.
Y Trump, quien carece de autocontrol y le gusta controlar la narrativa de la prensa, dedicó el sábado en la mañana a tuitear que Obama presuntamente ordenó la intercepción de sus conversaciones desde la Trump Tower sin ofrecer evidencia y lo comparó con el McCarthysmo y el Watergate.
Obama, a través de un portavoz, negó la acusación; el exdirector de la Inteligencia Nacional, James Clapper, rechazó contundentemente que se interceptaran las comunicaciones de Trump durante su campaña; y el director del FBI, James Comey, solicitó que el Departamento de Justicia refute lo dicho por Trump.
El presidente Obama o la Rama Ejecutiva no puede ordenar las intercepciones unilateralmente, pues se requiere de la mediación del Foreign Intelligece Surveillance Court bajo la Foreign Intelligence Surveillance Act (FISA) que autoriza o deniega las peticiones para interceptar comunicaciones en casos extremos donde se sospeche que entes o gobiernos extranjeros estén enfrascados en actos de espionaje o terrorismo.
Ahora Trump pide que el Congreso investigue sus alegatos. Acusa a Obama en su intento de desviar la atención de sus escándalos, pero parece generar uno mayor, porque si se comprobara que agencias de inteligencia solicitaron una autorización de intercepción de sus comunicaciones, es porque existían razones de peso para hacerlo.
El circo de tres pistas de Trump extiende sus presentaciones en el pueblo.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice