El presidente Donald J. Trump tiene miedo. Teme que su base extremista le de la espalda en las elecciones de medio tiempo en noviembre de este año, perdiendo así el control republicano del Congreso. Teme que lo abandonen cuando busque la reelección en 2020. Depende de esa base porque ha desechado a los otros sectores de votantes.
La evidencia de ese miedo es contundente. Desde que promulgó el plan general de gastos que no financia su muro y que deja fuera algunas de las medidas antiinmigrantes que prometió en su campaña, los comentaristas ultraconservadores le han advertido que lo piense dos veces antes de decepcionar a su base.
Como respuesta, Trump ha redoblado sus ataques contra los inmigrantes y contra todo lo que provenga del sur de la frontera. Escupe mentiras a diestra y siniestra con un solo objetivo en mente: demostrarle a su prejuiciosa base que todo está bajo control, que su guerra racial y cultural está intacta, que se mantengan movilizados porque no los defraudará.
De ahí que anuncie que militarizará la frontera hasta que su no financiado muro se complete y que se contradiga a cada oportunidad. Por un lado, se jacta diciendo que desde que asumió la presidencia los cruces de indocumentados han descendido, y por otro proclama que la frontera está descontrolada y que hay que militarizarla. Las detenciones de indocumentados en la frontera sur están a su nivel más bajo en 46 años.
Tras anunciar que militarizaría la frontera, la Casa Blanca emitió una declaración el martes en la noche diciendo que la estrategia para combatir “el creciente flujo de inmigración ilegal, drogas y violentos miembros de pandillas de Centroamérica” incluye la “movilización de la Guardia Nacional”.
Trump también atacó a los demócratas del Congreso, que son minoría, por no impulsar medidas que cierren los resquicios de las leyes de inmigración que según él explotan los traficantes de gente y de drogas.
Durante el fin de semana Trump declaró la muerte de DACA sin decir que fue él quien mató al programa; atacó a México y condenó una caravana de poco más de mil inmigrantes centroamericanos que, para atraer atención a la violencia de sus países, tenían la intención de llegar a Estados Unidos a solicitar asilo.
Resulta tristemente irónico que Trump intensifique sus ataques contra los inmigrantes cuando se conmemora el 50 aniversario del asesinato del líder de derechos civiles, Martin Luther, King Jr.
El Estados Unidos al que aspira Trump, uno dominado por la avaricia, el prejuicio, las divisiones raciales y de clase, la falta del respeto al prójimo, uno que coquetea con la autocracia, va en contra de todo lo que predicaba King sobre justicia e igualdad en una verdadera democracia.
Como dijo Ben Jealous, líder de derechos civiles y expresidente y CEO de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP) en una entrevista televisiva: “Trump está atacando todo lo que King defendió… Donald Trump está esencialmente volviendo a matar a King”.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice