DENVER, Colorado – Los resultados de la elección intermedia fueron algo así como la crónica de una paliza anunciada, para usar la trillada frase.
Como se pronosticó, los republicanos obtuvieron el control del Senado y ampliaron su mayoría en la Cámara Baja.
Los factores fueron varios: la tradicional falta de popularidad del presidente en el sexto año de su segundo mandato; el hartazgo de los electores; la menor participación de la base del Partido Demócrata, además de los desaciertos de titulares demócratas.
¿Cuáles son algunas de las lecciones de este ciclo electoral 2014?
Cuando del voto latino se trata, los demócratas deben asimilar que si quieren mantener los requeridos porcentajes de su apoyo en todas las elecciones, y no sólo en las generales, deben cultivarlo, invertir en campañas de registro y movilización, y no llegar a última hora a pedir respaldo. Deben cumplir lo que prometen, tratar a estos votantes con respeto y comprender que un latino que no vota es un voto por el Partido Republicano.
Aunque el presidente Barack Obama no figuraba en las boletas ni volverá a figurar, el mal manejo que ha dado al tema migratorio ha resquebrajado la confianza de aquellos votantes latinos para quienes la inmigración es tema definitorio. Hay cansancio y decepción. Y su partido pagó las consecuencias en estados como Colorado. Eso y la pobre estrategia de la campaña del senador demócrata Mark Udall, quien no explotó su apoyo a la reforma y a las acciones ejecutivas, sino que ofreció un ejemplo clásico de confiar en que por ser demócrata los latinos deben asumir cuáles son sus posturas y apoyarlo, aunque su campaña ni siquiera se anunciara en español en torno a este tema.
La estrategia de postergar las acciones ejecutivas migratorias parece haber desmovilizado a votantes latinos en Colorado. Lo hizo en Florida, donde el congresista demócrata Joe García perdió su reelección. Y el retraso nada resolvió, pues dos de los tres senadores demócratas sureños que lo solicitaron, Mark Pryor y Kay Hagan, de Arkansas y Carolina del Norte, respectivamente, perdieron sus escaños. La tercera, Mary Landrieu, de Louisiana, irá a una segunda vuelta en diciembre.
Obama ha desaprovechado grandes oportunidades. Pudo sellar el acuerdo con los votantes latinos desde 2008 cuando prometió la reforma migratoria y asumió la presidencia en 2009 con un Congreso demócrata. La reforma se pospuso, las deportaciones se intensificaron y, a pesar de eso, en 2012 el apoyo de los latinos a su reelección fue de 70%, superando las cifras de 2008, y un factor para ese apoyo fue que Obama amparó a los DREAMers de la deportación con la Acción Diferida. Tras el fracaso de la reforma por la vía legislativa, la administración debió girar órdenes ejecutivas que habrían movilizado al voto latino en 2014 y solidificado su apoyo al Partido Demócrata.
Ahora hay que restablecer lazos y confianza de cara a las generales de 2016, contienda en la que no sería sorprendente que los demócratas recurrieran a la misma cansada estrategia de señalar a los republicanos como los malos de la película, no invertir en la movilización de votantes y esperar que sólo por ser demócratas los latinos los apoyen.
Y si la nominada resultara ser Hillary Clinton, esperar que los recuerdos sobre la bonanza económica de los 90 durante la presidencia de Bill Clinton sean razón suficiente para votar por la ex senadora, aunque hayan pasado dos décadas y aunque las nuevas generaciones de votantes latinos posean una veta más independiente.
La interrogante es si, ante la paliza, la Casa Blanca girará las órdenes ejecutivas migratorias o cederá a las presiones de la nueva mayoría republicana que ha advertido que si Obama procede, lastimará las posibilidades de una reforma migratoria que ellos aseguran es viable en un Congreso republicano. Lo que no dicen los republicanos es que su reforma no es del tipo que legalizaría a 11 millones de indocumentados, sino una que perpetuaría el maltrecho statu quo.
El congresista demócrata de Illinois, Luis Gutiérrez, haciendo campaña por Udall en Colorado, me indicó que si Obama no gira las órdenes ejecutivas, sería la peor estrategia para el Partido Demócrata.
“Va a haber una crisis y una guerra civil política por el corazón y el futuro del Partido Demócrata y su relación con nuestra comunidad si el presidente no actúa”, advirtió Gutiérrez. “No importan los resultados de las elecciones: si el presidente no actúa, el debate dentro del Partido Demócrata sería si ese es el partido que debería ser la casa de los latinos. Quizá nosotros tendremos que inventar un nuevo sitito donde seamos respetados”.
Esta elección probó que los dos partidos tienen tarea rumbo a las presidenciales de 2016: los demócratas deben cultivar el apoyo latino con acciones y no con palabras e invertir en un sector electoral que podrían consolidar como parte de su base. Y los republicanos pueden ganar el Congreso, pero deben demostrar que pueden gobernar, que no sólo son los reyes de la obstrucción y que su ala extremista no seguirá dirigiendo la orquesta. Su manejo del tema migratorio será una prueba. En 2016, para ganar la Casa Blanca, requieren del voto latino y de otras minorías que al presente no tienen. De no cambiar su rumbo con el voto latino, pueden ir preparando su autopsia de 2017.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice