Por Maribel Hastings, asesora ejecutiva de America’s Voice:
¿Y ahora cuál es la excusa?
Logrado un acuerdo para que Siria deshaga su arsenal de armas químicas, se va cerrando el cerco a los líderes republicanos de la Cámara Baja para que finalmente determinen la estrategia a seguir para debatir un plan de reforma migratoria en ese organismo.
La presión externa no cesa para que un plan de reforma migratoria con una vía a la ciudadanía se haga realidad.
El pasado jueves más de 100 mujeres, incluyendo una veintena de indocumentadas, fueron arrestadas por actos de desobediencia civil frente al Capitolio, tras presionar por un debate en la Cámara Baja de un proyecto de reforma migratoria con vía a la ciudadanía. Madres, abuelas, trabajadoras, activistas, mujeres que a diario hacen malabares para sacar adelante a sus familias y cumplir con múltiples responsabilidades a la vez, vinieron a recordarle a los congresistas de la Cámara Baja, en su mayoría hombres, que lleven a cabo la única responsabilidad para la cual fueron electos: legislar para resolver los problemas que enfrenta el país, incluyendo reformar el maltrecho sistema migratorio.
Pero, ¿qué vehículo podría emplearse para impulsar esa reforma? Ahí está el detalle.
En la Cámara Baja hay un grupo bipartidista de siete congresistas, algunos de los cuales llevan años redactando un proyecto de ley de reforma que parece el cuento del lobo. Ahí viene, ahí viene y nunca llega. Desconozco si el proyecto será finalmente presentado, si está en cuidados intensivos o si simplemente pasó a otra vida sin haber debutado.
Sin proyecto bipartidista a la vista, lo único que en la Cámara Baja propone algún tipo de alivio migratorio es otro conato de proyecto que tampoco ha visto la luz del día, llamado KIDS Act, que ofrecería una vía a la ciudadanía pero únicamente a los DREAMers, los jóvenes indocumentados traídos por padres o familiares, los mismos padres o familiares que quedarían fuera de la medida. Esta iniciativa impulsada por el líder de la mayoría republicana, Eric Cantor, de Virginia, podría gozar de adeptos pero sólo ofrece una solución a medias porque no haría nada por los indocumentados que no son DREAMers y que constituyen la mayoría de ese universo.
Hay otro grupo de proyectos aprobados en el Comité Judicial cuyo presidente, el congresista republicano de Virginia, Bob Goodlatte, aseguró que podrían llegar al pleno de la Cámara Baja en octubre. Pero se trata de medidas punitivas o de aplicación de leyes que no ofrecen ningún alivio migratorio.
Es más, entre esos proyectos que amenazan con aparecer en el pleno de la Cámara Baja, figura el llamado SAFE Act, HR 2278, que retoma lo más nefasto de las más nefastas leyes y propuestas antiinmigrantes estatales y federales. Hace unas semanas lo describí como una especie de Frankenstein con porciones de la SB 1070 de Arizona y de la dudosamente célebre Ley Sensenbrenner del 2005, de criminalización de indocumentados.
El SAFE Act permite, entre otras cosas, que los estados y las localidades apliquen las leyes migratorias federales y que los policías funjan como agentes de inmigración. Es un déjà vu federal de la SB 1070 en Arizona o la HB 56 de Alabama, por dar dos ejemplos.
Una opción de vehículo legislativo para la reforma sería el proyecto S. 744 que el Senado aprobó el 27 de junio, pero que los líderes republicanos camerales han jurado no llevar a debate porque quieren producir su propia medida, aunque el reloj avanza sin solución en puerta.
Un grupo de demócratas moderados asegura que si para fines de septiembre no hay legislación de reforma migratoria en el pleno, presentará su propio proyecto, presumiblemente el S. 744. Si hay renuencia a avanzarlo, dicen, echarán mano de la petición de relevo que pasa por alto al Comité Judicial de jurisdicción. Dicha petición requiere 218 firmas. Diversos demócratas aseguran que en la Cámara Baja ya existen 218 votos para aprobar un proyecto de ley de reforma con vía a la ciudadanía si se permitiera una votación en el pleno, aunque el presidente cameral, John Boehner, insiste en aplicar la extraoficial Regla Hastert que establece que sólo se llevan al pleno proyectos que tengan el apoyo de una mayoría de la mayoría republicana (118 de un total de 234 republicanos) y no una simple mayoría bipartidista de 218.
Tal parece que hay fórmulas para avanzar o frenar esa reforma, pero siguen sobrando excusas.
¿Dónde están los republicanos de la Cámara Baja que apoyan la reforma migratoria y que comprenden su importancia humana, económica y política? ¿Qué están haciendo los líderes demócratas de la Cámara Baja para presionar por esa reforma?
Unos ofrecen tibias excusas, otros se culpan mutuamente del impasse. Pero si de ofrecer escenarios legislativos viables se trata, su silencio es ensordecedor.
Señores, ¿qué más hay que discutir de la reforma que no se sepa? Los argumentos a favor y en contra son harto conocidos. Entonces, sometan un proyecto, enmiéndenlo, voten y que quede en récord, para que todo mundo sepa, si fueron parte de la solución o sólo piedra de tropiezo.
El senador republicano John McCain, integrante del Grupo de los Ocho que impulsó un proyecto de reforma en el Senado, dijo en el programa Al Punto, de Univisión, que está “rezando” para que Siria y otras cuestiones presupuestarias no entorpezcan la reforma.
Y ciertamente hay que rezar, porque para que la reforma avance, se necesitan verdaderos líderes.