Por Maribel Hastings, asesora ejecutiva de America’s Voice:
WASHINGTON, DC – La metida de pata del congresista republicano de Alaska, Don Young, quien se refirió a los trabajadores agrícolas como “espaldas mojadas”, culminó no sólo en unas de las disculpas más prontas de los últimos tiempos sino en una de las condenas más inmediatas y contundentes de parte del presidente de la Cámara Baja de mayoría republicana, John Boehner, quien catalogó los comentarios de ofensivos. “No importa por qué lo dijo, no hay excusa y amerita una disculpa inmediata”, declaró Boehner el pasado viernes.
No cabe duda de que las cosas han cambiado. Los comentarios más ofensivos que figuras republicanas lanzaron contra los inmigrantes previo a las elecciones generales de 2012 nunca se toparon con tan prontas y severas condenas de parte del liderazgo republicano.
Todo parece indicar que cuando del tema migratorio y de los latinos se trata, la elección de 2012, que evidenció la importancia de la inmigración en definir la percepción y el voto de los hispanos, se ha convertido en parteaguas de dos periodos. Si de inmigración y del voto latino se trata, ahora todo es antes y después del 6 de noviembre de 2012.
Debo confesar que a veces me parece que estoy en otra dimensión cuando veo desarrollos positivos como los del pasado viernes.
Desarrollos que son la evidencia más reciente de la guerra civil que libra el Partido Republicano: un bando reformista que intenta traer al partido a la realidad demográfica y política del Siglo 21 donde para sobrevivir es necesario ponerle color y diversidad de ideas a su base, y ser incluyentes; y el sector purista que se aferra a los viejos modos y las malas costumbres que han ido condenado a su colectividad a la irrelevancia política a nivel federal.
Esa lucha interna será puesta a prueba en el debate que en unas semanas arrancará en el Congreso para tratar de aprobar la primera reforma migratoria verdaderamente amplia en 27 años.
Si bien es cierto que hay demócratas reacios a esa reforma migratoria, son apenas una minoría. Pero entre los republicanos, particularmente en la Cámara de Representantes, hay una mayoría opuesta a que esa reforma migratoria se concrete. Y los comentarios de Young se quedan cortos ante el veneno que algunos de esos opositores han destilado y prometen destilar, quizá no tanto en retórica como en estrategias de estancamiento.
Es alentador que algunos de los puntos más críticos de la reforma migratoria que han generado oposición republicana, ya parecen haber sido superados.
En otro desarrollo positivo, este pasado fin de semana se anunció un acuerdo en principio entre los sectores sindical y empresarial sobre un plan de trabajadores temporales. Algo que también me lleva a pensar que estoy en otra dimensión pero que es señal de que esta vez esa reforma migratoria sí es alcanzable. Cuestarriba, pero alcanzable.
Cómo actúe el liderazgo republicano de ambas cámaras será vital en esta próxima etapa legislativa de la reforma migratoria. En el caso del Senado, donde se originará el debate, el líder de la minoría republicana, Mitch McConnell, se ha mantenido a raya mientras cuatro figuras de su partido, los senadores John McCain, Jeff Flake, Marco Rubio y Lindsey Graham, negocian con cuatro colegas demócratas el lenguaje del proyecto bipartidista que se presenta este mes. ¿Cómo lidiará McConnell con las figuras republicanas que intentarán frenar el proceso? Está por verse. Pero entre los cuatro del grupo de los ocho está Rubio, un potencial aspirante a la nominación presidencial republicana en 2016 que comprende la necesidad de atraer a ese voto latino para tener posibilidades de competir efectivamente ante los demócratas, así sea mediante una victoria migratoria compartida. (O al menos parece entenderlo).
En la Cámara Baja, Boehner tiene su propio dilema que resolver. ¿Llevará un plan de reforma migratoria al pleno aunque la mayoría republicana se oponga? ¿Recurrirá a la estrategia de tratar de aprobarlo con una mayoría demócrata y una minoría republicana? Pero me adelanto.
Boehner, contrario a Young, parece que sí leyó el memorando del Comité Nacional Republicano (RNC) sobre la necesidad de atraer a los votantes latinos, de tratarlos con respeto y de cómo apoyar la reforma migratoria es una de las vías para lograrlo.
Y si la reacción de Boehner a la pifia de Young es indicativo de algo, parece que la reforma migratoria sigue por buen camino pese a la guerra civil que libran los republicanos.