De todas las negaciones que hizo la secretaria del DHS, Kirstjen Nielsen, durante su comparecencia ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, la más evidente fue la de decir que “no eran jaulas” los lugares donde, aterrados, eran colocados los menores migrantes separados de sus familias al cruzar la frontera. Fue, de hecho, la más fría y cruel de sus respuestas.
Pero si hay alguna imagen que simbolice y resuma para la posteridad la relación de este gobierno con la cuestión migratoria en el Siglo XXI es precisamente la de los cientos de menores de edad encerrados en jaulas, esas impersonales estructuras de metal que dieron la vuelta al país y al mundo, sin conocerse unos a otros, lejos de sus padres y madres, y sin saber en absoluto el destino que les deparaba.
Y solo venían, como se sabe, a pedir asilo huyendo de la violencia en sus países.
Quién no recuerda la voz de la pequeña Alison Jimena Valencia Madrid, quien a sus entonces 6 años de edad clamaba a mediados del año pasado por la presencia de su tía, tras haber sido separada de su madre y permanecer encerrada en un centro de detención del CBP, casi al mismo tiempo que el país se enteraba de que el gobierno había separado a unos 2,000 menores de sus padres como parte precisamente de la política de “tolerancia cero”, sin saber a ciencia cierta sobre su paradero.
Ese capítulo fue, por supuesto, un parteaguas histórico en el trato hacia el migrante de color que, física y simbólicamente, es aislado para mayor “escarmiento” a su deseo de buscar un mejor horizonte para su familia, pidiendo legalmente asilo en Estados Unidos, tal como lo estipula su ley migratoria.
Se pretendía, con ello, disuadir mediante el terror a otros migrantes de atreverse a hacer lo mismo.
Pero luego no hubo manera de que el gobierno siguiera encubriendo una realidad que apenas se podía creer, al trascender las imágenes de menores migrantes, en su inmensa mayoría de El Salvador, Guatemala y Honduras, encerrados en dichas jaulas, realidad que de un momento a otro les alteró la vida, con la posibilidad de dejarles secuelas sicológicas permanentes, y lejos de los brazos de sus padres.
Ese es precisamente el punto de la cuestión: mientras Nielsen hacía malabares verbales para encontrar una serie de palabras con estructura lógica a fin de evitar el término “jaulas”, debió haberse dado cuenta de que el sufrimiento acumulado debido a la separación de menores de edad de sus familias era la finalidad de las preguntas.
Porque los menores pudieron haber sido alojados ya sea en un cuarto con todos los servicios para cada uno, u hospedados en un hotel de cinco estrellas, o incluso colocados en una “jaula de oro”, pero el resultado habría sido el mismo: la separación de familias, con el mayor daño infligido hacia los menores de edad. Hasta la fecha.
Más allá de haber justificado la política de “tolerancia cero”, de haber insistido en que hay una emergencia en la frontera y de que es necesaria la construcción de un muro —los ejes de la política migratoria de la actual Casa Blanca que han sido repetidos hasta el cansancio a través de las diferentes instancias oficiales—, los retruécanos semánticos de la secretaria Nielsen para defender no al país y su seguridad, sino a su jefe y su mandato reflejaron una vez más la falta de criterio profesional de una funcionaria que debería respetarse a sí misma y tomar conciencia de esa realidad que a todos nos estalla en el rostro, y no actuar como simple empleada de Trump.
No se sabe si Nielsen durará mucho tiempo más en el cargo que ahora tiene. De hecho, su comparecencia puede ser interpretada como una prueba de fuego para quedarse al frente del DHS o no. Eso dependerá de la inmoralidad migratoria en que ha caído la presidencia a la cual sirve y que pareciera quedar cada vez más “enjaulada” en sí misma. Sin embargo, defender lo indefendible suele acarrear nefastas consecuencias a la vida personal y profesional de quien lo hace en nombre de otro, pensando que de ese modo logra acumular puntos para no ser despedido como cualquier “Aprendiz”.
Ya el exabogado de Donald Trump, Michael Cohen, nos explicó y advirtió sobre esa situación, con creces, con lágrimas y próximamente con prisión, ese otro tipo de “jaula” en la que permanecerá, él sí con justificación, separado de su familia.