¿Afectará el fiasco legislativo de la medida para revocar y reemplazar el Obamacare los otros asuntos pendientes en la agenda del presidente, incluyendo su muro en la frontera con México?
Todo, claro está, depende del asunto en discusión y cuán profundas sean las divisiones del ya fragmentado caucus republicano en la Cámara de Representantes.
Es decir, es muy probable que la ridícula idea de Trump de levantar un masivo y costoso muro en la frontera con México, que, según el presidente, el vecino país pagará, tenga adeptos entre algunos de los sectores republicanos más antiinmigrantes. La pregunta es si otros republicanos estarán dispuestos a despilfarrar miles de millones de dólares de los contribuyentes en un proyecto innecesario que, aparte de costoso, no resuelve nada, entre otras cosas, porque no es real la visión de una frontera descontrolada, tierra de nadie, que Trump le ha vendido a quienes le creen. Los 11 millones de indocumentados ya viven entre nosotros.
¿Qué hará el muro para evitar que las personas permanezcan en Estados Unidos más allá del tiempo autorizado por sus visados? Los otros retos que supone la frontera, por ejemplo, en el tráfico de drogas, no se resuelven con una muralla cuando hay túneles para el trasiego. El muro, aparte de enviar un mensaje antidemocrático y divisivo, será una pesadilla a diversos niveles. Figuras del liderazgo republicano de ambas cámaras han señalado que quizá el “hermoso” muro de Trump en toda la frontera sur no es la mejor de las ideas. Y en el Senado los demócratas han advertido que estarían dispuestos a cerrar el gobierno si los republicanos incluyen fondos para el muro en las medidas presupuestarias.
El papelón que hicieron Trump y su clan el pasado viernes, cuando el presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, optó por retirar el proyecto de ley para revocar la Ley de Cuidado Asequible antes de verlo fracasar en el pleno cameral, debería servir de lección para el presidente-empresario que pensó que gobernar y vender propuestas legislativas era lo mismo que cerrar tratos de negocios y hacer promesas de campaña.
Según reportes de prensa, Trump y sus asesores querían que el voto se llevara a cabo, aunque no se aprobara el proyecto, para que quedaran en récord los republicanos que votaron en contra. Y también se reportó cómo Trump echó mano de tácticas amenazantes contra los republicanos opuestos a la medida.
Lo ocurrido el viernes demostró lo que sabe cualquiera que sigue la política: que es muy sencillo prometer y muy difícil cumplir, aunque el mismo partido controle la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso.
Su próxima escala legislativa, dice, es la reforma contributiva, y en medio hay medidas presupuestarias para financiar el muro y sus otras draconianas propuestas migratorias.
Trump pensó que podía venderle hielo a un esquimal y que con su presencia y sus amenazas lograría los resultados deseados. Con su credibilidad golpeada, bajos índices de aprobación y una pesquisa del FBI en curso sobre los vínculos de algunos de sus allegados y Rusia para influir las elecciones de 2016, Trump se apresta a impulsar una agenda.
Y la debacle del viernes demostró que los republicanos del Congreso no son tan leales como han sido, hasta ahora, sus seguidores. Trump quedó expuesto, como el Mago de Oz. Dismunuido. Queda por ver qué efecto tiene este desastre en el resto de su agenda, incluyendo su ridículo muro.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice