Cada vez que un miembro de su gabinete, o Donald Trump mismo, intenta pavonearse de lo que no ha logrado ni logrará, utilizando para ello discursos llenos de frases grandilocuentes como para convencer cuando menos a sus seguidores, el mecanismo cerebral de quienes nunca han creído en las mentiras compulsivas de su equipo lo pone en duda de inmediato.
Es como un sano mecanismo de autodefensa que siempre viene bien, sobre todo a los inmigrantes, después de ver tanta vacuidad e insensatez en el desempeño presidencial y el de sus colaboradores, tal como lo que se atrevió a decir el Procurador de Justicia, Jeff Sessions, durante su visita a la frontera sur: “Esta es la era de Trump”.
Como si se tratara de un nuevo imperio o de una naciente dinastía –o como cuando los dictadores asaltan el poder y suelen decir “¡Ahora mandamos nosotros!”–, la frase encierra un significado político, más allá de la advertencia que hizo Sessions para “aquellos que continúan tratando de entrar de manera ilegal a este país”.
Pararse a decir eso en la frontera con México simboliza lo que siempre ha querido dar a entender el actual gobierno: “De esta línea no pasan todos aquellos que parezcan mexicanos”. La obsesión del entonces candidato Trump —ahora presidente Trump— con los inmigrantes del país vecino del sur lo ha llevado a establecer su maquinaria de deportación masiva, amén de insistir en la construcción del “gran y hermoso” muro fronterizo.
Pero Jeff Sessions se equivoca al tratar de robar el protagonismo histórico que se han ganado a pulso los inmigrantes de cualquier nacionalidad en Estados Unidos, aun antes de las intenciones de Trump de ser el inquilino de la Casa Blanca.
De tal modo que no es esta “la era de Trump”, como asegura Sessions, sino la era de los inmigrantes que le han dado un nuevo rostro a la composición demográfica de Estados Unidos, mediante el trabajo, la educación, el pago de impuestos, la apertura de negocios, su presencia en las Fuerzas Armadas, en el ámbito científico, en el mundo del entretenimiento, en el universo de la información, en la esfera médica, en la clase política, en el campo y en un sinfín de etcéteras.
El lugar que se ha ganado esta “era de los inmigrantes” en la historia de Estados Unidos no se lo puede arrebatar un incipiente gobierno que lo más que ha demostrado es una total impericia en el manejo de los temas fundacionales de este país, sobre todo el migratorio, ni siquiera cuando acude a las “bendiciones de Dios” para ayudar en los esfuerzos de deportar inmigrantes indocumentados. Pésima señal el invocar a la divinidad para ejercer el mal en quienes sobre todo no representan prioridades de deportación.
Para mala fortuna de la imberbe aún “era de Trump”, la era de los inmigrantes está más viva y dinámica que nunca.