No cabe duda de que la obsesión antiinmigrante del actual presidente de Estados Unidos lo tiene en total estado de ansiedad. Es como si la sola palabra “inmigrante” le produjese una incomodidad especial, psicológica, que lo mantiene todo el tiempo a la defensiva. Y si ese inmigrante es de color y sin recursos, lo descompone aún más.
De hecho, su obsesiva idea de que la caravana de migrantes centroamericanos que se acerca a la frontera sur tiene la intención de “invadir” el país es una muestra más de un delirio extremo de persecución que parece atosigarle, inspirado quizá en esa ficticia y absurda tradición cinematográfica estadounidense de que seres de otros planetas, deformes y babeantes, “vienen a invadir” solamente a Estados Unidos, curiosamente, y digan sino, casi siempre empezando por Nueva York.
Muestra de ese delirio-ansiedad que a todas luces lo exhibe a la menor provocación ha adquirido su más reciente forma en el vergonzoso sainete que estelarizó en su conferencia de prensa del día después de las elecciones de medio periodo, tras las que su Partido Republicano perdió el control de la Cámara de Representantes, que pasará ahora a manos demócratas.
En fin, el tema que lo sacó de sus casillas, por supuesto, fue otra vez el migratorio, específicamente el de la caravana de migrantes, cuando el ahora ya legendario reportero de CNN, Jim Acosta, hacía referencia a la demonización que la Casa Blanca había hecho de esos migrantes y que, en todo caso, no se trataba de una “invasión”, además de que se encontraban aún a cientos de kilómetros de distancia.
Descompuesto, intolerante, amenazador, el mandatario cortó toda posibilidad de respuesta, en un enfrentamiento por demás emblemático con otro de los sectores más atacados por su presidencia desde el principio: la prensa. Sobre todo la prensa crítica, la que cuestiona, la que no es contemplativa con el poder, una de las razones de ser precisamente del ejercicio periodístico. “Preguntar por algo, sea lo que sea, es preguntar por la verdad”, escribía la extraordinaria filósofa española María Zambrano en su célebre ensayo “Sueño y verdad”.
Dos en uno: inmigración y prensa crítica, temas que definirán para el análisis posterior que la historia hará necesariamente de este periodo por demás neo-oscurantista, mismo que tenderá a extinguirse dejando lamentablemente una huella anacrónica de su presencia en un siglo que estaba por superar sombras de un pasado repleto de delitos de lesa humanidad a partir del abuso de poder.
Pero la rendición de cuentas, al parecer, no forma parte del vocabulario personal del presidente, ni de su comportamiento público. Y el pánico político, por otra parte, obliga a hacer a veces cosas inenarrables. Por lo pronto, ya sacrificó al Secretario de Justicia, Jeff Sessions, al despedirlo para la distracción inmediata y minimizar así la cobertura informativa sobre el triunfo de sus opositores, amén del desvío posterior de todo lo que signifique la investigación que dirige el FBI sobre la trama rusa.
Es como un juego de ajedrez político que seguramente terminará en un fulminante jaque mate al rey, mientras escucha, tembloroso, el compás imaginario del eco de unos pasos acercándose a la frontera.