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Esperanza y votos como motor de cambio 

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En medio de la disfunción del actual gobierno, en la Casa Blanca y en el Congreso, de la depresión colectiva que tanta mentira, escándalos y atropellos generan entre muchos de nosotros, fue esperanzador y refrescante escuchar los discursos de jóvenes y niños en la Marcha por Nuestras Vidas, por el control de las armas, que abarrotó el sábado las calles de Washington, D.C., y de muchas otras ciudades a través del país.

Aunque se trata de una lucha cuestarriba, vale la pena ver cómo un movimiento arranca, cómo va tomando forma. Nos recuerda que alguna vez el cinismo no regía en nuestras vidas y nos reconforta tener la certeza de que tras de nosotros ya están otros que retomarán las tareas pendientes y que verán los frutos de tanto trabajo. Reconforta además ver a diversas generaciones unidas por una misma causa pero, como siempre, con los jóvenes como punta de lanza.

Los movimientos se van adaptando al tiempo y las circunstancias. En estos tiempos los movimientos se benefician de la tecnología y de las redes sociales que les permiten apelar a millones, desde sus vecindarios hasta cada rincón del planeta. No pasan desapercibidos; no quitan el dedo del renglón; sus causas no se relegan al olvido fácilmente.

Formo parte de un movimiento, de otro, que lleva décadas luchando por conseguir una esquiva reforma migratoria que permita legalizar a millones de indocumentados con vidas arraigadas en esta nación.

Dentro de ese movimiento surgió otro, el de los Dreamers, que llevan 17 años tratando de legalizar su situación migratoria, que se les reconozca como estadounidenses, que se oficialice que pertenecen a esta nación. Buscan lo mismo para sus padres y para el resto.

Los Dreamers no le han temido a nada; ni a la autoridad, ni a los políticos de cualquier partido que les han dicho que no se puede. Han enfrentado a presidentes, como Barack Obama, que en su momento les dijo que no podía ampararlos mediante acción ejecutiva a falta de acción legislativa. Pero lo hizo. Ahora enfrentan al nuevo presidente, Donald Trump, que por antojo revocó esa acción ejecutiva colocándolos en un cruel limbo migratorio. Un presidente que mientras juega con sus vidas y rechaza cualquier posibilidad de acción legislativa que ayude a los Dreamers, cínicamente culpa de la inacción al resto como si esta crisis no fuera de su propia creación.

Desde principios de año hemos visto a los Dreamers y a sus aliados batallar por su legalización, ya sea a través de enmiendas a proyectos presupuestarios o abogando por un proyecto independiente que los legalice. No se ha logrado.

El Congreso aprobó y el presidente promulgó el pasado viernes el proyecto general de gastos que mantiene al gobierno operando. Trump sólo obtuvo una porción, 1,600 millones, de los 25 mil millones de dólares que solicitó para seguridad fronteriza, y de esos, 641 millones se asignan para barreras físicas o para reemplazar vallas existentes. Pero la esperada solución para los “DACAmentados” quedó en el tintero.

Ahora, como en otros años, entramos en un periodo de año electoral cuando los temas controversiales se dejan de lado, así sea un tema como el de legalizar a los Dreamers que tiene el apoyo de más de 80% de los estadounidenses.

No me cabe la menor duda de que los Dreamers se reagruparán, ajustarán estrategias, responderán a este nuevo revés.

Esta lucha, como la lucha contra la violencia de las armas, son temas que muchos votantes tendrán en cuenta cuando acudan a las urnas el 6 de noviembre de 2018 para elegir a toda la Cámara de Representantes, 33 escaños del Senado, 39 gubernaturas y toda una serie de puestos estatales y locales.

Aunque hemos votado muchas veces y muchos de nuestros asuntos siguen sin resolverse, si algo nos ha demostrado la elección presidencial de 2016 es que la apatía electoral tiene serias consecuencias, que dejar que otros elijan por ti tiene terribles consecuencias, que los cambios no se consiguen si solo somos espectadores. Que cada voto cuenta.

Solo ruego que la pasión con la que los jóvenes defienden sus causas, muchas de las cuales se entrecruzan, se traduzca en los votos que generen los cambios. Y que quienes voten lo hagan recordando a quienes, como los Dreamers, todavía no gozan de ese privilegio.

Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice