Sin duda, es inagotable el tema de la hipocresía republicana. Ahora resulta que los mismos republicanos que guardaban silencio cuando el entonces presidente Donald Trump se deshacía en halagos hacia el autócrata Vladimir Putin, ahora quieren hacerse los defensores de la democracia ante la invasión rusa a Ucrania. Es más, ahora atacan al presidente Joe Biden por no tomar medidas más drásticas contra Putin y Rusia.
“Rusia, si estás escuchando…”, decía también el entonces candidato presidencial Trump en 2016 en tono de burla y sugerencia para que una potencia extranjera pirateara los correos electrónicos de su contrincante demócrata, Hillary Clinton. Y añadía: “Creo que serían altamente reconocidos por nuestra prensa”, en una invitación a violar un proceso democrático, convirtiendo el tema en un peligroso asunto de seguridad nacional. Sin embargo, era ensordecedor el insólito mutismo republicano al pisoteo que Trump hacía a la soberanía política estadounidense. Es más, esos mismos republicanos alentaban la idea de que esto ocurriera, actuando más como traidores que como patriotas.
Ahora, el líder de la minoría republicana en la Cámara Baja y aliado de Trump, Kevin McCarthy, declaró que “Putin debe responder por sus acciones”, pero cuando el exlíder de la KGB y su gobierno metieron las narices en las elecciones de Estados Unidos para favorecer a Trump, entonces argumentaba que era una “cacería de brujas” de los demócratas en contra de Trump.
El expresidente también condenó la invasión, pero como le pasa siempre que habla de Putin, no lo atacó, sino que lo catalogó de “inteligente” y de “genio”.
En efecto, psicológicamente hablando un sujeto como Trump no puede evitar la admiración que siente hacia los autócratas que quisiera imitar, independientemente de su ideología, porque lo que mueve al dueño de Mar-A-Lago no solo es el poder, sino demostrar que lo tiene y que lo ejerce para sus propios fines y no para la nación. Kim-Jong-un, líder supremo de Corea del Norte, es también su otro yo.
Así, esos mismos republicanos se han hecho la vista larga ante los ataques de Trump y de sus seguidores a nuestra democracia, minimizando el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 por parte de una turba enardecida y atizada por Trump, que quería impedir la certificación de los resultados de una elección democrática a favor de Biden.
Es decir, ahora hablan de la defensa de la democracia, pero cuando se trata de un ataque a la nuestra, ya sea por la injerencia extranjera de Rusia o por las acciones de unos amotinados que tildan de “fraudulenta” la elección de 2020 solamente porque su candidato perdió, entonces justifican lo injustificable.
A nadie engañan más que a sí mismos, por supuesto. Pero con este doble juego al que ya se acostumbraron y en el que conviven convenientemente, siguen haciendo un daño a la democracia doméstica, a pesar de que se conduelan ahora de la infamia que acarrea el nuevo conflicto bélico del Siglo XXI, especialmente cuando la consecuencia inmediata es la ola de refugiados que buscan urgentemente dónde vivir.
En el presente conflicto, por supuesto, es probable que veamos otros tipos de hipocresía.
Por ejemplo, y con total justificación, se han incrementado los llamados para que Estados Unidos conceda Estatus de Protección Temporal (TPS) y Salida Forzosa Diferida (DED) a los originarios de Ucrania que viven en este país. Se calcula que unos 28,000 ucranianos podrían beneficiarse del TPS.
Con una nación invadida por Rusia sin justificación alguna que no sea la sed de Putin de resucitar la Unión Soviética, queda más que claro que los ucranianos son merecedores de este alivio migratorio y, eventualmente, de peticiones de asilo.
Y ojalá y se les ampare. La mayor parte de los refugiados ucranianos, casi 370,000 hasta el domingo, han buscado amparo en países vecinos, y Estados Unidos está ofreciendo asistencia técnica en Europa.
No obstante, algunos de estos republicanos —nuevos “paladines” de la democracia y la justicia— no ven a través del mismo crisol si esos refugiados proceden de países del Hemisferio Occidental, particularmente de Haití, o de naciones africanas.
Y es ahí donde la hipocresía volverá a florecer: esos republicanos harán todo lo posible por parecer los defensores humanitarios que el planeta necesita hoy, cuando en el reciente pasado han hecho todo lo posible por que las comunidades inmigrantes de color no solo no sean bienvenidas, sino al contrario, ponerles los suficientes obstáculos para disuadirlas de venir a Estados Unidos, a pesar de que la violencia ancestral en sus países de origen sea la amenaza más latente contra sus vidas y las de sus familias.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo culminará este innecesario conflicto bélico iniciado por las aspiraciones imperialistas de un autócrata. Pero lo cierto es que, en lo inmediato, lo más urgente es atender el desplazamiento humano que acarrea toda acción militar.