Para responder a las críticas al presidente Barack Obama por retrasar las acciones ejecutivas migratorias, su asesor, Dan Pfeiffer, dijo en un evento que hay dos tipos de críticos: los “apasionados”, entendiblemente frustrados y cuya paciencia será compensada por el alcance del eventual anuncio; y quienes critican el proceso y reciben atención mediática porque no hay mejor forma de obtener cobertura que “la violencia de demócrata contra demócrata”.
¿Desde cuándo cuestionar lo cuestionable, así provenga de aliados, se considera “violencia”? Aparentemente desde que los demócratas creen que por tener, de momento, hegemonía sobre el voto latino, los hispanos, a todos los niveles, no pueden criticarlos ni desviarse de la narrativa que se supone prevalezca.
La líder de la minoría demócrata en la Cámara Baja, Nancy Pelosi, lamentó que grupos critiquen al presidente Obama por romper, otra vez, una promesa a la comunidad inmigrante y al sector de votantes latinos motivados por este tema.
“Me parece que el enojo no va enfocado en la dirección correcta y los republicanos salen librados. ¿No hacen nada (los republicanos) y la gente está protestando contra el presidente? ¿(Los republicanos) no pagan un precio por eso?”, cuestionó Pelosi.
Lamentablemente, algunos líderes demócratas padecen de amnesia selectiva y olvidan las innumerables ocasiones en que pudieron impulsar esa reforma migratoria, durante esta y administraciones previas, y no lo hicieron porque no han existido ni la voluntad ni el momento perfecto para hacerlo. Es más sencillo señalar a los obstruccionistas republicanos. Los latinos ya saben que los líderes republicanos han bloqueado la reforma y son marionetas de su ala antiinmigrante, pero esperan más de los demócratas que dicen ser sus aliados y defensores. En materia migratoria, ambos partidos tienen cola que les pisen.
Además, los republicanos se han salido con la suya desde que la política migratoria de esta administración, particularmente la de mano dura en las deportaciones, se fijó con miras a “ganar” apoyo republicano a una reforma migratoria, pero no llegaron ni el apoyo republicano ni la reforma. Y se salen con la suya porque su oposición a la reforma moviliza a su base ultraconservadora, mientras que la inacción migratoria del lado demócrata tiene el efecto contrario entre muchos latinos que integran la base demócrata. Muchos electores hispanos para quienes el tema migratorio es personal, se están dando autoterapia para alentarse y salir a votar, porque razones para no hacerlo les sobran.
La firma Gallup encontró que aunque los latinos siguen apoyando a Obama a niveles más altos que el índice nacional, también reflejan el mayor descenso en los niveles de apoyo al mandatario y posiblemente se deba a las promesas migratorias incumplidas, según la firma.
Algunos dirán equivocadamente que la opción es no votar. Eso es errado y peligroso para nuestra comunidad al no romper la narrativa de que no votamos y que por eso no hay que priorizar nuestros asuntos. El abstencionismo también es peligroso para los demócratas en contiendas cerradas, como muchas de las que se anticipan en noviembre, donde un puñado de votos puede decidir una elección.
Cuando los demócratas cuestionan que los cuestionen con esa actitud de ‘¿cómo se atreven?’, evidencian un paternalismo y una condescendencia insultantes. La crítica constructiva refleja madurez política.
Respetar a la comunidad latina no consiste únicamente en afirmar que nos apoyan, en pronunciar frasecitas en español, en nombrar hispanos a puestos públicos, o dar discursos en cocteles y galas para conmemorar la herencia hispana una vez al año. El respeto se demuestra priorizando nuestros asuntos y, de no hacerlo, asumiendo las críticas resultantes con la madurez política que eso amerita.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice