Por Maribel Hastings y David Torres
Dicen que la ignorancia es atrevida, pero también puede ser prejuiciosa.
Solo los ignorantes le temen a lo diferente. Solo los inseguros ven una amenaza en escuchar personas hablando otros idiomas. Quizá sienten que están hablando de ellos, que se burlan de ellos. Es su ignorancia la que los lleva a pensar que aquí solo debe hablarse inglés, idioma traído por los colonos ingleses, a pesar de que, mucho antes que ellos, estaban ya las diversas tribus nativas.
Y ni qué decir de los españoles tras su arribo como representantes de la Corona y luego los mexicanos como nación independiente, que aun perdiendo la mitad de su territorio tras una injusta guerra en el Siglo XIX, han mantenido tradiciones, cultura y, sí, el idioma en estas tierras. No es gratuito ese dicho ya popular ahora de que ellos no rebasaron la frontera, sino que la frontera los rebasó a ellos. Nada más cierto que eso.
¡Aquí se hablaba español primero, señores!
Es un hecho que el expansionismo anglosajón desplazó otras lenguas que hasta la fecha ha querido erradicar, pero tan no ha podido con el idioma español, por ejemplo, que muchas de las leyes, ordenanzas, anuncios públicos, de salud, educación, bancarios, etc., tienen que ser presentados también en este idioma, porque la historia, la demografía, la economía y el desarrollo no se pueden limitar en una sociedad multicultural, pero sobre todo con una vasta población hispana, cuya dinámica social ha potenciado en todos los terrenos a este país.
Cristóbal Colón llegó a lo que se denominó “América” en 1492, y ya para el 1513 los colonizadores españoles arribaron a la Florida. Juan Ponce de León llegó a lo que bautizaría como Florida el 2 de abril de 1513 y, hasta donde sabemos, Ponce de León no llegó hablando el idioma de Shakaspeare (quien por cierto no había nacido aún), cuando según la leyenda buscaba la fuente de la juventud… pero encontró la muerte.
En los años subsiguientes, los españoles establecieron varios asentamientos en la Florida, siendo el de San Agustín, en 1565, el más antiguo y continuamente ocupado por los colonos dentro de territorio estadounidense. No por nada tiene su Castillo de San Marcos, similar a los Castillos de San Felipe del Morro, en San Juan, Puerto Rico, y el Castillo de los Tres Reyes del Morro, en La Habana, Cuba.
O sea, los floridians primero fueron floridanos.
Los asentamientos españoles se expandieron por el territorio que hoy conocemos como Estados Unidos en diversas áreas: Mississippi, Alabama, Louisiana, y al Oeste en lo que es hoy Nuevo México, Texas, California y Arizona.
Y no se trata de dar clases de historia, sino de establecer que solo los que desconocen la historia de su propio país se atreven a llenarse la boca diciendo: “This is America. Speak English!”
Analicemos el caso de los puertorriqueños. No han dejado de ser colonia, primero española y luego de Estados Unidos, y aunque los promotores de que la Isla se convierta en el Estado 51 quisieran hacer creer que todos son bilingües, la realidad es otra. Los 120 años de coloniaje estadounidense no han matado al idioma español. ¿Los hace eso menos estadounidenses?
No. Los puertorriqueños han dado sus vidas en las guerras de este país y para enviarlos a la batalla no les preguntan si sueñan en inglés o en español. Ahí la sangre de todos es la misma.
Cada uno por nuestro lado, en nuestras décadas viviendo en Estados Unidos, no hemos estado exentos del prejuicio. Hemos sido blanco de miradas de desprecio si hablamos español por teléfono en algún lugar público. En una que otra ocasión hemos sido objeto de algún comentario despectivo que siempre respondemos, en inglés, lo cual suele desequilibrar al atacante. Usualmente les decimos que si quieren podemos tener la plática en su lengua, pues entendemos los dos idiomas.
Esto es, el inglés es el idioma más común empleado en Estados Unidos, cierto, pero no es el oficial. En este país se hablan más de 500 lenguas y eso no ha obstaculizado el crecimiento ni la grandeza de esta nación. Al contrario.
Solo los ignorantes ven una amenaza en quienes hablen más de un idioma. Y ha sido la presidencia de Donald J. Trump el principal promotor de ideas nativistas, el “Ignorante en Jefe”, la que ha dado alas a los racistas, prejuiciosos e ignorantes.
Los ejemplos más recientes los han dado el abogado de Nueva York que reclamaba airadamente porque ofendía a sus nativistas oídos el que un grupo de personas hablara español durante el almuerzo, y el agente de la Patrulla Fronteriza que detuvo a dos ciudadanas estadounidenses en Montana porque se comunicaban también en español y no era “usual” que algo así ocurriera por esa zona. ¡increíble! ¿Alguien puede explicarle a ese funcionario que el nombre del estado donde trabaja proviene precisamente de una palabra en español: “Montaña”?
En fin, para que lo sepan todos aquellos nativistas que piensan que la historia se termina con ellos, con su idioma, con su única forma de pensar, con su único color: Al idioma español no lo calla nadie, ni el más prejuicioso, ni el más racista, ni el más “educado”, ni el más xenófobo, ni el más monolingüe de los neonazis de este o de cualquier otro país.
Pues por cada ataque contra sus hablantes, habrá más de 40 millones de respuestas, cantidad que corresponde al número de personas que, en Estados Unidos, prefieren comunicarse en este idioma, los que se suman a los más de 570 millones de personas que lo hablan en el mundo.
Por ello, querer silenciar este idioma por la fuerza no es lo más aconsejable para quienes, envalentonados por este gobierno xenófobo, han pretendido intimidar a sus hablantes. ¡No pasarán!