Casi se ha convertido en tradición para mí documentar cada año cómo llega otra celebración de Acción de Gracias sin que se haya resuelto favorablemente el limbo migratorio de millones de indocumentados y sus familias estadounidenses, y este año se hace más palpable ante la agenda antiinmigrante de la administración de Donald Trump.
La comunidad indocumentada y la inmigrante en general han estado bajo ataque durante la pasada década, pues no podemos borrar que los primeros años del gobierno de Barack Obama no fueron precisamente sencillos por los históricos niveles de deportaciones hasta que se aplicó la priorización para enfocarse en verdaderos delincuentes, gracias a la presión sin cuartel de los propios inmigrantes y de sus aliados.
Sin embargo, el ascenso de Trump a la presidencia ha sido devastador para los inmigrantes, pues ha supuesto la oficialización de la xenofobia y del racismo a través de la política pública.
En su empeño por borrar del mapa todo lo que tenga el sello de Obama, Trump ha deshecho los avances que ante la ausencia de una reforma migratoria legislativa se lograron a nivel administrativo y ejecutivo.
La lucha cuestarriba para que las autoridades migratorias se centraran en detener y deportar a verdaderos criminales ha sido una de las primeras víctimas, pues con Trump todos los indocumentados son blanco de detenciones, así sea una niña discapacitada de 10 años de edad, como Rosa María Hernández, o un Dreamer con una discapacidad como Felipe Abonza López.
La situación de los Dreamers ilustra la precaria situación de los migrantes en la era de Trump, pues se supone que los Dreamers eran el grupo que le generaba “simpatías” al presidente. No se tocó el corazón para revocar la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia ( DACA) dándole seis meses al Congreso, hasta el 5 de marzo de 2018, para que legisle. Pero el caso de Abonza y de otros antes que él ilustra que los seis meses de presunta protección de detención y deportación para los Dreamers no significan nada para las autoridades migratorias. Hernández y Abonza fueron liberados tras intensas campañas públicas de presión.
Trump quiere incrementar los espacios de detención, quiere agilizar aún más las deportaciones, así se trate de personas que buscan asilo, como miles, incluyendo niños, que huyen de la violencia en Centroamérica. El gobierno de Trump puso fin al Estatus de Protección Temporal (TPS) para los nicaragüenses, dio una prórroga a los hondureños. Ciudadanos de Haití y El Salvador están en la mira de Trump.
Aunque el TPS es una protección temporal, en estos casos se trata de personas que llevan más de 20 años en este país, se han enraizado, tienen hijos estadounidenses y contribuyen con su trabajo, impuestos y negocios propios a la economía estadounidense. Como los Dreamers y como el resto de los indocumentados, merecen una solución permanente que con Trump en la presidencia y un Congreso republicano parece lejana.
Como cada año, parece difícil dar gracias en medio de un panorama tan difícil, pero hay muchas razones para hacerlo.
Si me permiten desviarme del tema, doy gracias porque a pesar del huracán “María” sobre mi lindo Puerto Rico seguimos vivos y de pie. Y pido fortaleza y esperanza para mi pueblo.
Como cada año doy gracias por las manos migrantes que siembran, pizcan y procesan los alimentos que compartiremos en Acción de Gracias. Los mismos alimentos que disfrutarán los antiinmigrantes como Trump que quieren sacarlos del país.
Doy gracias porque cada golpe de Trump se ha topado con una comunidad inmigrante que no se rinde y que resiste los embates en su contra con valentía; doy gracias por un movimiento pro inmigrante que sigue dando la pelea por una solución justa para los inmigrantes.
En fin, doy gracias por la resistencia que nos llevará hasta la otra orilla.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice