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Reforma migratoria: la viga en el ojo republicano

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Washington, D.C. — Me pregunto si los sectores republicanos, sobre todo hispanos, que dicen apoyar la reforma migratoria creen que pueden evadir la enorme responsabilidad de su partido en entorpecer dicha reforma por la vía legislativa. No colaboran de forma bipartidista; si avanza una legislación, como ocurrió en 2013, la bloquean. Ante la inacción legislativa republicana, el presidente Barack Obama gira órdenes ejecutivas migratorias en 2014 y entonces las tachan de anticonstitucionales y las frenan en los tribunales.

Siempre he dicho que coincido en que Obama, quien prometió una reforma migratoria amplia como aspirante presidencial, debió impulsarla cuando asumió el poder y cuando el Partido Demócrata controló ambas cámaras del Congreso entre enero de 2009 y enero de 2011.

Pero la reforma de salud se robó todo el oxígeno, y lamentablemente el jefe de despacho de Obama de enero de 2009 a octubre de 2010, Rahm Emanuel, evadió el tema migratorio por considerarlo perjudicial para algunos demócratas. Estaba equivocado y las elecciones subsiguientes lo demostraron. Abordar sin temor el tema migratorio ayuda a los demócratas a ganar elecciones. Punto.

En el 2013 hubo un esfuerzo bipartidista en el Senado liderado por ocho senadores: cuatro demócratas y cuatro republicanos, entre ellos el senador floridano Marco Rubio, aspirante a la nominación republicana que ahora se opone al proyecto que impulsó porque la base ultraconservadora y los amotinados del Partido del Té todavía no se lo perdonan.

Ese proyecto, S.744, ofrecía una vía a la legalización y eventual ciudadanía a millones de indocumentados. Se aprobó en votación 68-32 con el apoyo de todo el caucus demócrata y de 14 republicanos en un Senado, en ese momento, de mayoría demócrata.

Y aunque imperfecto, el proyecto ofrecía la oportunidad de negociar con la Cámara Baja de mayoría republicana.

Pero, ¿qué pasó? Que el liderazgo republicano de la Cámara Baja, encabezado por John Boehner (R-OH), obstruyó el tema. Pusieron mil excusas: que si seguridad fronteriza primero, que si debe ser por partes. Cada excusa tuvo una respuesta de parte de los demócratas y de la Casa Blanca.

En noviembre de 2014 y ante la total inacción legislativa republicana en la Cámara Baja, Obama giró dos órdenes ejecutivas: amplió la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) que había girado en 2012 luego de que en 2010 el Congreso no pudo impulsar el DREAM Act. También giró la Acción Diferida para Padres de Ciudadanos y Residentes Permanentes (DAPA).

Los republicanos acusaron a Obama de abusar de sus poderes ejecutivos, de pasarse por alto al Congreso y de “envenenar” la posibilidad de negociar una reforma migratoria por la vía legislativa. La misma reforma legislativa que los republicanos de la Cámara Baja bloquearon y nunca quisieron debatir.

Si no querían acciones ejecutivas, ¿por qué no legislaron? Porque prefieren echar leña al fuego de su base antiinmigrante.

Nadie excusa a Obama.

Sí, Obama rompió su promesa en los primeros años de su presidencia, pero cuando intentó mover la reforma en el 2013, los republicanos la bloquearon.

Sí, Obama deportó a más de dos millones de inmigrantes y eso, lamentablemente, será parte de su legado. Pensó que la “mano dura” atraería apoyo republicano que nunca llegó porque para esos republicanos más de 2 millones de deportaciones son insuficientes. Quisieran deportar a los 11 millones.

Sí, DACA y DAPA son soluciones temporales, pero están dentro de sus poderes y es lo que pudo impulsarse ante la inacción legislativa republicana. Ni siquiera han podido implementarse por una demanda interpuesta por gobernadores republicanos.

Sí, se necesita liderazgo, pero acusar a Obama de falta de liderazgo sin ver la viga en el ojo republicano y no reconocer la falta de respeto con que los republicanos han tratado a las familias inmigrantes, a sus hijos ciudadanos y a los votantes latinos que directa e indirectamente son tocados por este tema, no es sólo cinismo; es hipocresía.

Si no, vea otra vez el discursito de Donald Trump al anunciar su intención de buscar la nominación presidencial republicana y recuerde que desafortunadamente esas visiones prejuiciadas sobre los inmigrantes son compartidas por un buen sector republicano, el mismo que no ve con buenos ojos a sus figuras más moderadas en el tema, como el ex gobernador de la Florida, Jeb Bush.

A ver qué prevalece en la lucha interna republicana: el sentido común y el hambre de ganar, o la hipocresía y el extremismo.

Pero cuando los republicanos señalen a los responsables por la falta de reforma, deberían tener el valor de asumir su propia culpa: sacar la viga de su ojo para poder sacar la astilla del ojo de su hermano.

Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice