En un ciclo electoral que semeja más un mundo paralelo que la realidad, sería sencillo desechar lo ocurrido hasta ahora en la lucha por la nominación presidencial republicana como un circo de pueblo que no tendrá consecuencias. Pero no hay que fiarse.
Parece que fue ayer cuando todos catalogaban a Donald Trump como el “payaso estrella” de dicho circo, y cuando apenas quedan tres precandidatos de los iniciales 17, es Trump quien lidera la camada y quien parece, de momento, el eventual nominado presidencial republicano en la contienda 2016. Eso, a menos que la élite del partido determine que Trump será tan tóxico para los intentos de ganar la presidencia y de mantener las mayorías en el Congreso que intenten, a toda costa, arrebatarle la corona.
Empero, incluso figuras republicanas que en el pasado inmediato afirmaron que sería difícil apoyar a Trump de ser el nominado, ahora no lo ven tan feo. El viernes uno de esos, el senador de la Florida, Marco Rubio, ex contrincante de Trump por la nominación republicana, declaró que el desempeño del bocazas empresario ha mejorado significativamente. ¿Le habrá prometido algo “El Donald” a Rubio a cambio de sus delegados?
El bando demócrata, por su parte, celebra que Trump sea el potencial nominado pensando que un individuo que ha ofendido a todos los sectores electorales que requeriría para ganar una elección presidencial, no tiene posibilidades en noviembre. La lógica es que no hay suficientes votantes anglosajones que por sí solos puedan impulsar a Trump a ganar la contienda presidencial contra la casi segura nominada demócrata, Hillary Clinton, quien goza de altos índices de apoyo entre los grupos electorales a los que Trump ha ofendido, incluyendo a mujeres, latinos, afroamericanos, musulmanes y otros.
El caso de los latinos es punto y aparte porque su justificada antipatía hacia Trump es tal que evidencian uno de los más altos índices de rechazo al empresario. Según una encuesta de Latino Decisions para America’s Voice, 87% de los votantes latinos tiene una imagen desfavorable o algo desfavorable de Trump, comparado con el 61% que tiene una imagen favorable de los dos precandidatos demócratas, Hillary Clinton y Bernie Sanders.
Según diversos sondeos, más de 60% de los estadounidenses también tiene una imagen negativa de Trump.
Y aunque al primer análisis es lógico suponer que Trump no gane los porcentajes de votos de otros sectores, aparte del anglosajón, en una elección general estamos, reitero, en un mundo paralelo donde no hay que dejar nada a la suerte.
Trump ha sacado partido de la frustración de ciertos sectores y del racismo de otros. Sus vacuos discursos no proveen soluciones reales y sólo apelan al aislacionismo. Su retórica incendiaria sólo fomenta la polarización.
En una nación de tradición inmigrante, demográficamente diversa, resulta perturbador el ascenso de una figura retrógrada, prejuiciada y divisiva como Trump que apela a lo peor de nuestros instintos. Su ascenso sigue plasmando el secreto a voces de que el racismo en este país sigue vivito y coleando. Trump no sólo quiere levantar un muro entre Estados Unidos y México, sino entre Estados Unidos y el mundo. Su alternativa, el senador de Ted Cruz, es, a mi juicio, todavía peor.
Y eso es lo que está en juego en esta elección. La clase de sociedad y nación que queremos ser: prejuiciosa y aislada; o abierta, justa y optimista.
Por eso este año, más que nunca, hay que invertir sustancialmente en el registro y sobre todo en la movilización de votantes. Votante apático se queda en casa. No dormirse en los laureles y descartar que Trump tenga posibilidades en la elección general, pues en el mundo paralelo que es el ciclo electoral 2016, Trump, el bufón, encabeza el carnaval republicano.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.