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Dream Act, la tarea pendiente en un año terrible

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A punto de partir a su receso navideño, el Congreso tiene tarea pendiente.

El presidente Donald Trump espera ansioso que le concedan al menos una victoria legislativa en la forma de una reforma tributaria que, según diversos análisis, supone buenas noticias para los sectores de bienes raíces, corporaciones y multimillonarios, pero que a mediano y largo plazos no representa buenas nuevas para las familias trabajadoras y para los ancianos que verán recortes al programa de Medicare.

Pero las elecciones intermedias en 2018 están a la vuelta de la esquina y uno de los peores Congresos de los últimos tiempos no tiene nada que demostrar a los electores, aferrándose a dicha reforma tributaria como su tabla de salvación.

Este año 2017 ha sido alucinante en diversos frentes. De hecho, Trump no lleva ni siquiera un año en la presidencia y parece que han pasado 20.

La nube negra de la infiltración rusa en las elecciones generales de 2016 pesa y drena, pues mientras más detalles emergen, las sospechas sobre posible colusión y obstrucción de justicia van in crescendo.

Y Trump se dedicó, con el aval de su Partido Republicano que domina ambas cámaras del Congreso, a deshacer el legado del presidente Barack Obama en diversas áreas, incluyendo salud, medio ambiente y órdenes ejecutivas de inmigración como DACA.

En el rubro migratorio los reveses han sido varios, desde su veto musulmán, pasando por su maquinaria de deportaciones que desechó la llamada discreción procesal, misma que se había  ganado a pulso durante el gobierno de Obama para centrar las deportaciones en verdaderos delincuentes. Ahora ser indocumentado es sinónimo de delincuente.

Aparte de separar a ciudadanos estadounidenses de sus padres y madres y de deportar a personas trabajadoras y productivas, Trump también se ensañó con los Dreamers al derogar DACA, programa que les concedió permisos de trabajo y los protegió de la deportación. Estoy segura de que lo hizo no solo por ser antiinmigrante, sino porque fue Obama quien giró la orden ejecutiva que concedió DACA.

Muchos se preguntan por qué la premura de que el Congreso incluya el Dream Act en un proyecto de ley que tenga que aprobarse este año, pues, después de todo, Trump fijó la artificial fecha del 5 de marzo para que el Congreso ofrezca una salida legislativa.

Quienes llevan décadas siguiendo el debate migratorio saben que las razones son varias: que a pesar de que el Dream Act tiene el apoyo de una mayoría de los estadounidenses, republicanos y demócratas, las divisiones internas republicanas impiden que la medida se considere de manera independiente, esto a pesar de que 34 congresistas republicanos firmaron una carta urgiendo acción este año, carta que lamentablemente no han reforzado con la debida presión a su liderazgo republicano.

También es sabido que 2018 es año electoral y los legisladores evitan temas que consideren contraproducentes a sus reelecciones. Aunque en papel y en palabra digan defender a los Dreamers, en año electoral los grupúsculos antiinmigrantes parecen tener más fuerza que la mayoría que apoya soluciones sensatas.

Y en materia migratoria, cuando el Congreso dice “lo abordamos luego”, realmente quiere decir que no se abordará nunca.

No me malinterpreten. Si no se logra una solución para los Dreamers este año, qué mas quisiera que el Congreso me sorprendiera aprobando el año entrante y antes de marzo, una medida que beneficie a estos jóvenes estadounidenses.

Pero, por ahora, hasta no ver no creer.

En honor a la verdad, si de inmigración, del Dream Act y de los Dreamers se trata, ninguno de los dos partidos tiene las manos totalmente limpias.

Pero ahora el Partido Republicano lleva la batuta en el Congreso y la Casa Blanca. La pelota está en su cancha, aunque también requerimos una buena ofensiva demócrata.

Sería una bocanada de aire fresco que este año terrible de 2017 con el ascenso de Trump y sus desmanes, el Rusiagate, huracanes, incendios y escándalos de hostigamiento sexual terminara con una nota positiva para los Dreamers. Todavía es posible.

Pero si así no fuera, y a pesar de los obstáculos que traiga el 2018, seguiremos peleando la buena batalla. Si algo me han enseñado mis 25 años en Washington es que aquí nada es seguro, pero tampoco es imposible.

Maribel Hastings es aesesora ejecutiva de America’s Voice