El creciente movimiento en contra de Trump es bienvenido, pero debió empezar hace nueve meses
El creciente movimiento conservador que se opone a Donald Trump hace plantearse la siguiente pregunta: a excepción de unos pocos valientes conservadores, ¿dónde ha estado la mayoría de esos opositores durante los últimos nueve meses de la abierta candidatura nativista de Trump?
Tan sólo en los últimos días, Trump se ha rehusado a rechazar al Ku Klux Klan y a David Duke; retuiteó una frase del líder fascista Benito Mussolini; pregonó los respaldos de los furibundos legisladores antiinmigrantes Jan Brewer y Jeff Sessions; consiguió el apoyo de uno de los xenófobos y antiinmigrantes más prominentes de Europa, Jean-Marie Le Pen; y señaló su deseo de golpear en el rostro a un manifestante. Sin embargo, estos nuevos incidentes simplemente no reflejan un punto de inflexión de Trump hacia un terreno inaceptable o finalmente demasiado extremo, pues esto ha sido así desde el principio.
Michael Strain, del conservador American Enterprise Institute, escribe en The Washington Post que “al principio era muy entretenido… la campaña presidencial de Donald J. Trump era divertida… pero ya no lo es”. Lo sentimos, Sr. Strain. No fue divertido cuando Trump usó el discurso de anuncio de su campaña para etiquetar a los inmigrantes mexicanos como violadores. Y con sus diarias ofensas, ha quedado claro desde el anuncio de Trump que está llevando a cabo una campaña abiertamente racista y divisiva sin precedente en la historia reciente de Estados Unidos.
A principios de diciembre, Dana Milbank escribió en una columna en el Washington Post que “Donald Trump es un intolerante y un racista”:
“No tengamos miedo a decirlo: Donald Trump es un intolerante y un racista. Algunos pensarán que esto es una indignante etiqueta a fin de catalogar al favorito para obtener la nominación presidencial de un partido importante. Por lo general, estaría de acuerdo en que insultar es parte de lo que está mal con nuestra política. Pero hay un imperativo mayor para no quedarse callado frente a la demagogia”.
Milbank pasó a destacar solo una parte de lo más preocupante de la candidatura de Trump, al escribir en diciembre:
“Trump lideró el movimiento de los que exigen certificado de nacimiento, desafiando la posición de Obama como un estadounidense nato; utilizó varias expresiones vulgares para referirse a las mujeres; dijo que México envía a violadores y otros delincuentes a través de la frontera; pidió perseguir y deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados; tuvo notorios desencuentros con prominentes periodistas latinos y medios de comunicación; se burló de los acentos de los asiáticos; dejó pasar una acusación hecha en su presencia de que Obama es musulmán y que los musulmanes son un ‘problema’ en Estados Unidos; adoptó la idea de forzar a los musulmanes a registrarse en una base de datos; aseguró falsamente que miles de musulmanes celebraron los ataques del 9/11 en Nueva Jersey; tuiteó falsas estadísticas asegurando que la mayoría de los asesinatos de blancos son cometidos por negros; aprobó el trato brusco a un manifestante en uno de sus eventos; y públicamente se burló de los movimientos del periodista del New York Times (y antes del Washington Post), Serge Kovaleski, que tiene un padecimiento crónico que limita su movilidad… Aunque seguramente no todos los seguidores de Trump son fanáticos ni racistas, incluso un análisis superficial de los medios sociales revela que muchos sí lo son”.
America’s Voice ha estado advirtiendo sobre Trump y la forma como ha colocado al odio en el centro del debate desde que anunció su candidatura. Frank Sharry hizo sonar la alarma en julio pasado, inmediatamente después de que Trump entró en la contienda:
“El último escollo que el Partido Republicano tiene que superar será enfrentar la intolerancia y dar la cara por la comunidad latina denunciando los abyectos y racistas comentarios de Donald Trump. Desafortunadamente, el silencio del Partido Republicano, en el caso de Ted Cruz, la defensa de Trump, es un indicador preocupante de que ellos simplemente no lo entienden. Los republicanos están fallando de manera espectacular en cumplir con un mínimo de dignidad y respeto”.
A lo largo del pasado verano y otoño, notamos que el surgimiento del apoyo nacionalista blanco y neonazi a Trump mostró que “él está fomentando un clima que demoniza y deshumaniza a 55 millones de latinos debido a su apariencia o a su forma de hablar, aun cuando sus familias han estado aquí durante siglos”. Advertimos sobre el hecho de que la campaña de Trump se estaba diseminando hacia la sociedad civil con un efecto peligroso, dando a conocer el “Mapa del Odio de Trump” (una visión integral de los lugares y los hechos donde los latinos e inmigrantes han sido acosados o atacados por Trump y sus seguidores. Disponible y actualizado aquí). Y determinamos que el “Efecto Trump” amenazaba con destruir la evidente necesidad del partido de ampliar su alcance demográfico en la elección general de 2016 y más allá.
De acuerdo con Frank Sharry, director ejecutivo de America’s Voice, “Donald Trump ha sido inaceptable desde el principio. Le damos la bienvenida a cualquiera que se oponga a la peligrosa mezcla de nativismo, demagogia y autoritarismo de Trump. Pero no nos involucremos en una historia revisionista sobre el tipo de campaña que Trump ha llevado a cabo abiertamente desde junio, ni dejemos que aquellos que se han rehusado a denunciarlo se salven de algún grado de culpabilidad por el ascenso de Trump. Nadie debería quedarse de brazos cruzados y ver cómo Trump intenta posicionar como normales las ideas nocivas anteriormente reservadas a las filas de los movimientos nacionalistas blancos y antiinmigrantes. Esperemos que no sea demasiado tarde para todos nosotros el detener a Trump y luchar por una nueva imagen de Estados Unidos”.