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Serie: Lo que realmente somos como inmigrantes

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El amor y la dedicación le abrieron el camino hacia su vocación

Samantha Ivette Añil nació en Bergen, New Jersey. Su madre, Ivette Añil, emigró a los Estados Unidos desde la República Dominicana a los 23 años de edad. Como todo inmigrante, trabajó muy duro para proveerle  a su hija una buena educación. Samantha tuvo la oportunidad de asistir a uno de los mejores colegios católicos de New Jersey durante toda su educación primaria y secundaria.

A los 8 años de edad su vida dio un giro inesperado. Su madre fue diagnosticada con cáncer y a partir de ese momento Samantha se dedicó a cuidar de ella. A pesar de su corta edad en ese entonces, acompañaba a su madre a todas las citas médicas, sirviendo de traductora en muchas ocasiones. De esas experiencias nace su deseo de ser enfermera.

Al principio su madre se opuso a que ella estudiara esa profesión ya que era testigo de todos los sacrificios que su hija hacía por cuidarla. Su deseo era que su hija pudiera disfrutar de su vida. Pero a pesar de la oposición, cuando Samantha se graduó del colegio entró a la escuela de enfermería Holy Name Medical Center. Era su llamado.

A mitad de su carrera lamentablemente su madre perdió la lucha contra el cáncer tras diez años de ardua batalla. Quienes conocimos a su mamá estamos conscientes de que pudo sobrevivir todos esos años por los excelentes cuidados médicos, pero sobre todo, por el cuidado, amor y dedicación de su hija que nunca se apartó de su lado.

Samantha se graduó de la universidad en el 2014 con notas excelentes. Ha tenido una carrera muy exitosa y actualmente realiza una especialidad que completará el año entrante.

Cuando le preguntamos por qué estudio enfermería, nos cuenta que siempre tuvo ese instinto de ayudar a otros, así como ayudó a su madre. A pesar del  sacrificio y de la responsabilidad tan grande que implica la profesión, ella dice que fue siempre su vocación y que es la vocación lo que te impulsa a invertir tu vida y a dar tu tiempo de forma altruista a personas en necesidad. Nos cuenta que una de sus mayores satisfacciones es poder ayudar a los pacientes hispanos que no hablan inglés. La expresión de alivio en sus caras cuando saben que su enfermera habla español y puede entenderlos no tiene precio, dijo. “Yo me convierto en la voz de esos pacientes y me aseguro de que todas sus necesidades sean suplidas”, indicó.

Samantha termina diciendo:  “Mi madre fue el camino para descubrir mi vocación”. Esta joven es la personificación viva del siguiente pensamiento: “No son los golpes ni las caídas los que hacen fracasar al hombre; sino su falta de voluntad para levantarse y seguir adelante”.