DENVER – Hace dos años visité esta ciudad en medio de una histórica contienda presidencial que tras ocho años de dominio republicano marcados por guerras, truculencias, malos manejos y prepotencia, ofrecía la esperanza de un nuevo comienzo. El estadio Invesco, preñando de gente entusiasmada y esperanzada como yo, fue escenario de una gran fiesta colectiva de optimismo la noche en que Barack Obama aceptó la nominación del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos.
Esta vez llegué a Denver a, como diría uno de mis antiguos editores, “tomarle el pulso” a la comunidad y a los votantes latinos que encaran una elección de medio de tiempo el 2 de noviembre. Los casi dos años que han pasado desde que Obama asumió la presidencia del país no han sido sencillos.