Este mes se cumplen cinco años desde que un pistolero supremacista blanco que creyó la mentira de una supuesta “invasión hispana de Texas” manejó por 10 horas hasta la pacífica ciudad fronteriza de El Paso, Texas para asesinar a 23 personas inocentes que simplemente hacían su vida cotidiana. También se cumplen siete años de la concentración racista Unite the Right en Charlottesville, Virginia donde tras consignas de “no nos reemplazarán, los judíos no nos reemplazarán” un nacionalista blanco asesinó a Heather Heyer.
Luis Alfonso Juárez, de 90 años, la víctima de mayor edad de la tragedia de El Paso, fue un ciudadano estadounidense naturalizado que crió siete hijos con su esposa con quien estuvo casado por siete décadas. “En una declaración a The New York Times, la familia de Juárez dijo que había ‘vivido el sueño americano’”, según informó AP. Javier Amir Rodríguez tenía 15 años de edad y fue la víctima más joven. “Rodríguez estaba a punto de entrar a su segundo año en la secundaria Horizon High School cuando ocurrió la tragedia”, informó El Paso Times.
A pesar de que esta horrible tragedia fue motivada por la retórica nacionalista blanca de la “invasión”, la candidata Mayra Flores, de Texas, ha permanecido en silencio mientras los líderes del Partido Republicano y sus colegas en el Congreso han convertido esta teoría conspirativa alguna vez limitada a grupos marginales, en parte integral de sus discursos, publicidad y campañas.
Desafortunadamente, esto es parte de un patrón. Flores también ha callado mientras sus colegas republicanos repiten la retórica antisemita del “reemplazo” promovida en la mortal manifestación de Charlottesville en 2017. Desde entonces, la familia de Heyer ha mantenido en secreto el lugar donde descansan sus restos para proteger la tumba de cualquier intento de profanación por parte de los neonazis.
No obstante, a principios de este año, el candidato presidencial republicano, Donald Trump, minimizó horriblemente este mitin supremacista blanco catalogándolo de “insignificante”. En uno de los ejemplos más sorprendentes de cómo el mortal nacionalismo blanco y el antisemitismo se han apoderado totalmente del Partido Republicano, ningún congresista republicano denunció los indignantes comentarios de Trump. Flores, que aspira a recuperar el distrito 34 de Texas, tampoco ha dicho nada.
Mientras Flores calla ante el lenguaje violento y deshumanizante que repiten los líderes y colegas republicanos, sí reaccionó rápidamente al reciente incidente violento armado contra Trump y sus seguidores en un mitin en Pensilvania en julio. “Este cobarde acto de violencia política es despreciable y perverso”, dijo. “Debemos unirnos, con la ayuda de Dios, para sanar nuestra nación”.
En este terrible incidente, Flores tiene razón. Aunque nuestras posturas políticas y de política pública pueden diferir, la violencia nunca debe ser la respuesta, y los funcionarios electos y los candidatos, con sus inmensas e influyentes plataformas, tienen una responsabilidad única a la hora de ayudar a prevenir la violencia política evitando utilizar una retórica peligrosa e incendiaria.
Las palabras importan, como reconoce Flores al condenar la violencia política registrada en Pensilvania. Entonces, ¿por qué Flores sigue apoyando a un candidato presidencial que, como informaron Judd Legum y Rebecca Crosby en Popular Information en julio, “ha dedicado su carrera política a defender y fomentar la violencia?” ¿Puede Flores al menos condenar la retórica que ha inspirado múltiples atentados mortales?
Dime con quién andas y te diré quién eres. Y los amigos de Flores promueven teorías conspirativas intolerantes vinculadas a la violencia política sin importar las consecuencias.
Necesitamos saber qué hará Flores para encarar la violencia inspirada por las palabras de sus amigos.