Mientras el embudo del sistema electoral estadounidense va definiendo a quién deja pasar y a quién no, los reacomodos y los respaldos en las campañas de los que se sienten a salvo envían señales que sólo reflejan un interés de grupo, donde no precisamente caben todas las voces.
En el caso de los republicanos, sobre todo con la salida de Jeb Bush de la contienda por la nominación presidencial y el cierre de filas en favor de Marco Rubio por parte de la plana mayor de los políticos hispanos de Miami, los apellidos “Trump”, “Rubio” y “Cruz” tienen una resonancia similar, sobre todo entre la comunidad latina, en el contexto electoral de este martes en Nevada.
Pero muchos se preguntan, incluso, qué va a pasar con el voto hispano, ahora que el único moderado se retiró de la contienda y de que quienes han quedado, aun con apellidos hispanos, insisten en asumir posturas calificadas de antiinmigrantes y cancelar programas como DACA desde el primer día si llegan a la presidencia.
Esto es lo que reflejan en Las Vegas algunas de esas voces que se sienten excluidas:
“Trump no me gusta”, dice tajante Leslie Espinoza, una joven estudiante amparada en DACA que está a unos cuatro meses de terminar sus estudios de Asistente Médico. “Suena muy racista contra los hispanos, a sabiendas de que hay gente en este país que hace cosas peores”, agrega Leslie, quien por ahora trabaja como empleada de una tienda de artículos para bebé en Las Vegas.
“De Marco Rubio y Ted Cruz no sé mucho, no me interesan. Será porque no han dicho cosas buenas ni interesantes para nosotros los hispanos, sino todo lo contrario. Pero ojalá no gane Trump; prefiero en todo caso que gane Hillary Clinton o Bernie Sanders”.
En similares términos se expresa Gilberto Pinto, nacido en California y quien actualmente es empleado de limpieza en un hotel. Dice: “Es muy difícil encontrar a un hispano que apoye a gente como Donald Trump, lo mismo que en este momento a personas como Marco Rubio o Ted Cruz. Ellos no solamente no nos quieren ayudar, sino que van a hacer todo lo posible por no hacerlo”.
Se le menciona a Pinto que a Marco Rubio, por ejemplo, la plana mayor de la política hispana de Florida ha cerrado filas en su favor ahora que Jeb Bush abandonó la campaña, pero aun así este trabajador hispano dice que está seguro de que a los tres (Rubio, Cruz y Trump) “no les importa mucho la clase media para abajo, sino las clases con poder hacia arriba. Y es muy fácil saber por qué: ellos quieren el poder con más poder económico. Nosotros no les interesamos”.
Sin embargo, a Juan Cárdenas, de 20 años, nacido en Nevada de padres mexicanos y en posibilidades de votar, Donald Trump no le disgusta del todo. Dice: “Considero que Donald Trump, como hombre de negocios, sería bueno para la presidencia de Estados Unidos, por la sencilla razón de que sabe hacer dinero, crear trabajos y sacaría al país de sus deudas”.
Pero este especialista en refrigeración sí encuentra una falla en la campaña del magnate: su propuesta de deportar a 11 millones de personas. “Eso es imposible”, dice Cárdenas, “no sólo porque humanamente no se puede, sino porque la economía de este país se vendría abajo de inmediato. Es una contradicción”.
Por su parte, Alexis García, de 30 años y originario de Chiapas, México, y quien ya es ciudadano de Estados Unidos, piensa que “Trump es un tipo muy pesado, muy racista, en cuanto a sus ideas políticas. Hace ‘marketing’, y la política no es eso. Propone deportar a tanta gente, cómo se le ocurre. Eso dolería mucho, a la gente y al país. Pero si llega a ser presidente… no hay nada qué hacer. Yo, aun siendo ya ciudadano de Estados Unidos, me regresaría a Chiapas”.
Sobre Marco Rubio y Ted Cruz, este empleado de una tienda de artículos de viaje dice no conocer casi nada. “No me interesan”, expresa directo. Pero sí reflexiona en torno a la posibilidad de que un hispano llegara a la Casa Blanca. Dice: “Esperaría que un candidato de origen hispano fuese justo y razonable, y que si llega a la presidencia pensara en la igualdad de razas, que fuese justo con todas las comunidades, no sólo la hispana”.
Para el cubano Hermes Leyva Pérez, quien trabaja como recamarero en un hotel, las cosas no son tan distintas. Dice parco y directo: “No estoy de acuerdo con Trump, ni con Rubio ni Cruz cuando dicen que van a deportar a 11 millones de indocumentados”.
Para él, estos políticos tienen que entender que este país fue fundado por inmigrantes. Estados Unidos ha defendido eso desde sus orígenes, que los inmigrantes vengan y vivan libres y dispuestos a defender a su nueva nación”.
Agrega que no está de acuerdo en su postura, dado que “sólo hablan de deportar a los latinos, cuando debieran saber que hay otras comunidades de otras partes del mundo en la misma situación. Eso es racismo”.
Sin embargo, su cultura latina le hace reflexionar también en un sueño para quizá más adelante, pues para él “la comunidad hispana es la más grande en este país, de tal modo que sería posible que en algún momento se eligiera a un latino para la presidencia. Con Obama fue lo mismo, nadie esperaba que un afroamericano fuera a ocupar la Casa Blanca y ya ha estado ahí por dos periodos. Así que algún latino puede lograrlo. No sé si Rubio o Cruz esta vez, pero sí algún día quizá otro”.