¿Podrías hacer esto si tuvieras que hacerlo? Presentarte ante una audiencia televisiva a nivel nacional y ante un futuro presidente de Estados Unidos, hablar sobre el hecho más doloroso de tu vida y pedir ayuda? Con el auxilio del reportero de Univision, Enrique Acevedo, y una plataforma provista por el debate presidencial demócrata llevado a cabo por Univision/The Washington Post, Lucía Guiej hizo precisamente eso.
La señora Guiej, miembro de We Count! en Florida, describió el “gran dolor” que ella y sus cinco hijos han sufrido desde que su padre, Andrés Jiménez, fue deportado en 2011. El señor Jiménez era, en sus propias palabras, “un hombre trabajador, tanto en el campo como en la construcción”. El se dirigía a la iglesia un domingo con su hija Elena, cuando una parada de tránsito de “rutina” cambió por completo la rutina de su familia.
La historia de la familia Guiej-Jiménez es trágica, pero desafortunadamente no la única. Tras casi ocho años de deportaciones sin precedentes realizadas por el gobierno de Obama, muchas familias están viviendo divididas, no porque así lo quieran, sino porque se ven obligadas a ello.
Una parada de tráfico rutinaria. Una luz trasera descompuesta. Estar parado afuera de una tienda. Llevar a “mucha” gente de color en tu carro. Esos son los tipos de “infracciones” que han llevado a la destrucción de demasiadas familias estadounidenses en todo el país. Es indignante y no podemos ignorarlo.
Hace casi un año, el pastor Max Villatoro fue apartado de su familia, que incluye a sus cuatro hijos ciudadanos estadounidenses, y fue deportado hacia Honduras, a pesar del gran apoyo público para que se le permitiera quedarse. Por ahora, el pastor Max y su familia tratan de estar conectados mediante videollamadas como la que se muestra aquí. Una campaña para reunir a la familia en Iowa, donde vivía el pastor Max, está en marcha.
Además, está Brígido Acosta Luis, esposo y padre de ciudadanos estadounidenses, deportado por el gobierno de Obama en 2013. Su esposa, María Paz Pérez, se paró con valor frente al autobús que se lo llevaba, en un último esfuerzo por evitar la separación de su familia. En estos días, la familia se comunica por teléfono, Facebook y en ocasiones viaja a México, soñando en que un dؙía estarán juntos otra vez. Brígido y María también participaron en la emotiva charla del Día del Padre organizada por America’s Voice Education Fund, y ella compartió la historia de su familia durante una sesión informativa con la congresista Zoe Lofgren.
También está el caso de Javier Flores, que residía en Akron, Ohio, y quien vivió en Estados Unidos durante más de una década antes de su deportación. Flores fue una víctima de la decisión del presidente Obama de retrasar la acción ejecutiva hasta después de las elecciones de 2014. Deportado apenas dos meses antes del anuncio de DAPA, dejó a su familia y a sus cuatro hijos (ciudadanos de Estados Unidos), creando una familia de seis corazones rotos.
El cambio empieza hablando sobre el problema, pero contar historias no es suficiente. Necesitamos presionar a las autoridades, tal como lo hizo la señora Guiej, para pedir ayuda y soluciones.
Hay mecanismos legales para volver a reunir a las familias. Lo que se necesita es una saludable dosis de compasión y humanidad; especialmente cuando se trata de reunir familias separadas por deportaciones injustas.
El “Permiso humanitario” podría hacerse más humanitario. Las extensiones iniciales del gobierno de Obama de las exenciones para la presencia ilegal podrían ampliarse. El proyecto de ley bipartidista del Senado de 2013 incluía un nuevo proceso afirmativo para la reunificación familiar. Esto debe ser prioritario en la futura legislación.
Hay soluciones, tanto administrativas como legislativas, que podrían ayudar a familias separadas. La señora Guiej planteó la cuestión, y ahora a nosotros nos toca actuar.
Para saber más sobre la lucha por la reunificación familiar, visite www.reunite.us.