La Semana Santa, la Semana Mayor, abrió con el Domingo de Ramos y la llegada de Barack Obama a La Habana, Cuba, la primera visita de un presidente estadounidense a la nación caribeña en 88 años.
Sería una herejía recordar que un domingo de Ramos entró Jesucristo, como Rey de los Judíos, a Jerusalén, en burro, un animal de paz. Pero es inevitable pensar en la entrada triunfal de Obama a La Habana, en su visita de Estado. No es el Mesías, pero me pregunto qué efecto real tendrá esta apertura en algún momento sobre el cubano de a pie, tanto en su beneficio económico como en el ámbito de la democracia y las libertades individuales y colectivas.
O para citar al insigne e irreverente trovador y humorista cubano, Alejandro García, Virulo, en su canción “Cuba Sí, ¿Yanquis Qué?, “yo aplaudo la valentía de un cambio que se imponía, aunque luego a lo mejor, salgamos de Guatemala y entremos en Guatepeor”.
Ya veremos.
Y mientras Obama y su gobierno van predicando democracia y apertura en la Perla del Caribe, Cuba, de este lado del charco, ese proceso democrático, ejemplificado en las primarias, está, de momento, impulsando a un precandidato republicano, Donald Trump, bocón, divisivo e instigador, gracias a una fanaticada de inclinación racista y prejuiciosa que trata de acallar a los opositores del magnate a punta de insultos y empujones.
Es decir, que mientras se busca una apertura en Cuba que poco a poco dé paso a medidas democráticas para la población y que no sólo redunde en engordar las cuentas bancarias de los gobernantes cubanos y de los empresarios estadounidenses, acá en Estados Unidos pareciera que vamos hacia atrás como el cangrejo.
Quienes pensaban que el triunfo de un afroamericano, Obama, en 2008, y su reelección en 2012, suponía que Estados Unidos había madurado y el racismo era una triste historia del pasado, se han dado contra la pared al presenciar el lamentable espectáculo en que Trump ha tornado el proceso de primarias republicano con un abierto mensaje de “nosotros” (ingrese aquí blancos), contra “ellos” (ingrese aquí las minorías que todas juntas superan a la población anglosajona).
Por el contrario, los ocho años de presidencia de Obama y la aparición de Trump en el panorama político parecen haber sacado a todos los prejuiciosos de debajo de las piedras, plasmando el lamentable estado de las relaciones raciales en una nación fundada y sostenida por inmigrantes y marcada por una violenta y sangrienta lucha por los derechos civiles de todos, que hoy algunos quieren retroceder.
Lo triste es que muchos de esos prejuiciosos y racistas son los que esta semana, y todos los domingos, se llenan el buche invocando el nombre de Dios y hablando de compasión. Claro está, una compasión limitada exclusivamente a quienes lucen como ellos y hablan como ellos.
Por eso en esta Semana Mayor ruego por milagros: que la apertura hacia Cuba resulte en beneficios no sólo económicos sino democráticos para los hermanos cubanos de parte de una boricua que sueña con pisar suelo cubano más temprano que tarde; y que la Santísima Trinidad agudice el poder de discernimiento de los votantes estadounidenses para que vean claramente el pichón de dictador que es Donald Trump.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.