Me imagino que el presidente Barack Obama “respiró aliviado” cuando el nominado presidencial republicano, Donald Trump, reconoció el viernes que el mandatario nació en Estados Unidos, tras encabezar por cinco años el movimiento que cuestionó la legalidad de la presidencia de Obama por presuntamente haber nacido en el extranjero.
Obviamente digo con ironía que Obama respiró aliviado. Lo que no es irónico sino indignante es el descaro de Trump, que ahora, en la recta final de la contienda presidencial, hace como que da marcha atrás a sus locuras, prácticamente obligado, para tratar de parecer “razonable” ante el electorado. Todo tras haber perpetuado y explotado una más de sus mentiras para echarle leña al fuego del prejuicio que sustenta su campaña de odio y división.
Y, como es la costumbre de los cobardes, ni se disculpan y buscan a quién echarle la culpa. Trump tuvo la osadía de afirmar que fue Hillary Clinton, en la lucha por la nominación demócrata contra Obama en 2008, quien inició el rumor y que él sólo “lo terminó”. Trump es como Jalisco, nunca pierde y si pierde, arrebata.
Lo que es peor, el burdo intento de parecer razonable y presidencial no tiene ningún peso, pues dizque retractarse a regañadientes no disfraza lo que ya Trump demostró que es: prejuicioso, clasista, sexista, burlón, cruel, cínico y errático, entre muchas otras cosas.
En esta contienda presidencial ha sido imposible tener una discusión de altura de los retos que enfrenta el país, porque toda la atención se ha centrado en los excesos y exabruptos racistas, sexistas y xenófobos de Trump, o en los benditos emails de la nominada presidencial demócrata, Hillary Clinton, quien al menos ha hecho propuestas más detalladas en diversos asuntos.
Trump sólo dice generalidades y si aparenta ser más específico, nunca aclara con certeza qué quiso decir, como ha probado su presunto plan migratorio. Siempre dice que “más adelante” proveerá detalles, al igual que se ha negado a revelar sus declaraciones de impuestos diciendo que lo hará “más adelante”, cuando concluya la auditoría de la que presuntamente es objeto.
Y a una semana del primer debate presidencial y a escasos 49 días para las elecciones, Trump quiere que los votantes lo compremos sin saber qué propone, aunque ya conocemos sus defectos: su crasa falta de respeto hacia los demás, su prepotencia y su total desconocimiento del mundo que lo rodea.
Es como comprar un auto sin probarlo o sin saber sus especificaciones; como casarse sin haber conocido a la persona. Este individuo pretende que se le confíen las riendas de una nación. A una persona que ama las teorías de la conspiración y las explota a su favor, como también explota el prejuicio y el racismo de un sector de este país. Un individuo que elogia dictadores, que desdeña a las minorías y a la prensa.
Este petulante que apela a lo peor de este país está en una cerrada lucha con Clinton, lo que no sólo pone de manifiesto las debilidades de la nominada demócrata, sino que dice mucho del electorado.
¿Estamos tan desconectados y decepcionados del sistema que lo mismo nos da quién asuma las riendas de este país? ¿Estamos realmente tan desesperados que le daremos esas riendas a un mitómano y megalómano inestable, sobre todo si optamos por no votar?
En 49 días lo sabremos.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.