Tras haber sido proclamado el virtual nominado presidencial republicano, Donald Trump subió a su cuenta de Twitter una foto comiéndose un “taco bowl” o lo que haya sido la desagradable mezcolanza mostrada, que pareció peor al leer el tuit del Bronceado: “Feliz Cinco de Mayo. Los mejores ‘taco bowls’ se preparan en el Trump Tower. Amo a los hispanos”.
Por dónde empezar.
Primero, el Cinco de Mayo, que conmemora la victoria del ejército mexicano sobre los invasores franceses en la Batalla de Puebla de 1862, se celebra más aquí que en México. Aunque nuestros hermanos mexicanos y mexicanoamericanos constituyen la mayoría de los 55 millones de hispanos en Estados Unidos, no todos somos mexicanos, no todos los mexicanos celebran el Cinco de Mayo, ni tampoco lo hacemos todos los hispanos.
Y además, ¿qué rayos es un “taco bowl”? El presentador de Fox News, Neil Cavuto, lo llamó un “clásico platillo mexicano” que, a Dios gracias, nunca he visto ni comido en México.
Después de barrer el piso con los inmigrantes y por asociación con todos los hispanos de Estados Unidos, Trump pretende apelar a los latinos con desafortunados estereotipos.
Trump representa y apela a ese sector prejuicioso con el que alguna vez muchos hemos tenido que lidiar. Aquel que cree que hablar español es “hablar mexicano”. “¿Hablas mexicano?”, me preguntó una enfermera en Alabama cuando leyó en mi formulario que nací en Puerto Rico. Aquel que si hablas español cree que no sabes o no entiendes inglés, como la mesera, también en Alabama, que no quiso atender la mesa en la cual conversábamos, en español, una colega y yo y le dijo a otra “atiende tú a las ‘mexicanas blancas'”. O aquel que si hablas inglés con acento cree que eres un ignorante o que llegaste ayer, sin importar tu nivel educativo, experiencia profesional, que lleves décadas aquí o que hayas nacido ciudadano.
Se da a todos los niveles. La semana pasada leí un editorial del conservador The Wall Street Journal sobre la crisis fiscal en Puerto Rico tachando de “refugiados” a los puertorriqueños que llegan a Estados Unidos procedentes de la Isla buscando mejores oportunidades. No sabía que a un ciudadano estadounidense se le considerara “refugiado” en este país.
Como hispana me pregunto cómo Trump, que en las primarias prometió levantar un muro en la frontera con México que pagaría el vecino país, y que ha dicho que los 11 millones de indocumentados serán deportados, piensa apelar a los latinos que él asegura que lo aman, aunque 87% tenga una opinión desfavorable de él, como señala un sondeo de Latino Decisions para America’s Voice.
¿Cómo dar un reversazo sin traicionar a la base recalcitrante que lo catapultó? Parece que no pretende cambiar. Ante la ola de rechazos que ha sufrido en días pasados, Trump declaró que “todo está sujeto a negociación, pero no puedo ni cambiaré mucho porque los electores me apoyan por lo que digo y cómo lo digo”.
Los hispanos no somos una comunidad homogénea. No dudo que habrá latinos que apoyen a Trump, pero me atrevo a afirmar que la inmensa mayoría se ha sentido ofendida por las declaraciones de este señor.
El presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, declaró la semana pasada que no está listo para apoyar a Trump todavía porque “(Trump) tiene que hacer más para unificar este partido”.
Pero Trump llegó dividiendo hasta donde está. Ahora su severamente fracturado Partido Republicano tiene que asimilar que su base ha nominado a un individuo que ha ofendido a diversos sectores electorales requeridos para ganar la presidencia y que es muy probable que su ascenso también afecte la reelección de legisladores republicanos en la Cámara Baja y el Senado.
El hijo de Trump, Eric, defendió el “taco bowl gate” diciendo que fue un chiste y que demuestra la “autenticidad” de su padre. Sí, Trump es un auténtico peligro que no hay que subestimar y que estaría a un suspiro de convertirse en presidente de Estados Unidos de no mediar una oportuna y urgente movilización de votantes.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.