La crisis interna del Partido Republicano, donde su ala más extremista ha fijado su mensaje y su agenda, llevaba años cocinándose. Alcanzó su nivel más crítico cuando el empresario Donald Trump se alzó con la nominación presidencial republicana mediante una campaña racista, sexista y prejuiciosa que la plana mayor republicana prefirió ignorar con el argumento de que cualquier cosa, así sea Trump, es mejor que la demócrata Hillary Clinton en la Casa Blanca.
La conducta errática y los insultos de Trump fueron in crescendo a lo largo del pasado año, pero no importaba lo que dijera, pues el apoyo, así fuera renuente, de los líderes republicanos se mantuvo. Pero al revelarse el video de Trump utilizando lenguaje soez y vulgar contra las mujeres e incluso jactándose de que por ser una estrella puede hacer lo que sea con una mujer, así sea asaltarla sexualmente, la dinámica cambió, pero hasta cierto nivel.
Sólo entonces algo hizo “clic” entre algunas figuras republicanas, pero no porque realmente lo sientan sino porque Trump insultó a las mujeres que representan 53% de los electores de este país. Las mismas mujeres cuyo voto no sólo es esencial en la carrera por la Casa Blanca, sino que es vital en las contiendas por mantener las mayorías republicanas en el Senado y la Cámara Baja.
Sin embargo, los líderes republicanos del Congreso enfrentan una disyuntiva: por una parte temen que los excesos de Trump les cuesten votos que pongan en peligro sus mayorías en ambas cámaras del Congreso y, al mismo tiempo, temen que enfrentar a Trump o retirarle su apoyo también les cueste los votos del sector extremista republicano que constituye la base sólida del nominado republicano y que no lo abandona pase lo que pase.
El lunes se reportó que el presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan (R-WI), le indicó a la conferencia republicana que no defenderá a Trump ni hará campaña por él, y sólo se dedicará a proteger la mayoría cameral. Ryan no retiró su apoyo a Trump.
No obstante, hubo reportes de que la decisión de Ryan no le sentó bien a varios congresistas republicanos que interpretaron que Ryan ya está aceptando que Trump no ganará la presidencia.
El más reciente sondeo de NBC/The Wall Street Journal da a Clinton una ventaja de 14 puntos sobre Trump, 52%-38%. Y aunque en el segundo debate Trump siguió apelando a su segura base, no le va muy bien con otros sectores requeridos para ganar la Casa Blanca, incluyendo los votantes blancos con educación universitaria. Y ni qué decir de los hispanos y los afroamericanos. A Trump tampoco le va bien en algunos de los estados pendulares necesarios para ganar la Casa Blanca. Incluso en Ohio, el nominado republicano está en problemas y ningún republicano ha ganado la Casa Blanca perdiendo en Ohio.
Claro está, la elección será decidida por el nivel de participación de todos los sectores vitales para ganar la presidencia, incluyendo los votantes hispanos. Pero, hasta ahora, el colegio electoral no pinta bien para Trump.
El Partido Republicano se hizo de la vista larga cuando un charlatán sexista, machista y racista se convirtió en el rostro del partido de Abraham Lincoln. Ese mismo charlatán ha definido el partido ante los votantes estadounidenses.
Hace rato que el Partido Republicano está enfrascado en una lucha interna por su identidad, su alma y su propia existencia, y con esa papa caliente tendrá que lidiar pase lo que pase el 8 de noviembre.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.