05/05/10 a 2:47pm por Maribel Hastings
La ley S.B. 1070 de Arizona le ha dado al tema de la reforma migratoria un impulso que ni las arbitrariedades de Joe Arpaio en su aplicación de la 287(g) en ese estado consiguieron en meses pasados.
La pregunta es si toda la revuelta generada por la ley resultará en acciones concretas en favor de la reforma migratoria, o si sólo servirá para que los políticos de ambos partidos traten de sacar la mayor ventaja posible del reperpero que se ha armado.
Es decir, si los republicanos emplean el asunto para movilizar a su base en las contiendas de noviembre, y con su lema de que la seguridad fronteriza es primero, dan paso al libreto demócrata de siempre: acusar a los republicanos de bloquear la reforma y de ser anti inmigrantes, hacer uno que otro conato de acción real, anunciar que “cuando menos lo intentamos”, y con eso quedar bien con los votantes latinos.
La semana pasada la confluencia de la 1070 con las movilizaciones nacionales del 1 de mayo puso a correr a más de uno en el Senado para presentar, con rueda de prensa y todo, un borrador de plan, aunque a estas alturas y tras tanta reunión uno anticiparía no un borrador sino una enciclopedia de varios tomos.
Y de inmediato comenzaron las recriminaciones.
Los senadores republicanos que en el pasado (y en el caso de Lindsey Graham hace escasas semanas) apoyaron la reforma migratoria cuando la frontera estaba menos segura que ahora, cuando los cruces de indocumentados también eran superiores a ahora, argumentaron que la propuesta formulada por el trio de senadores demócratas Harry Reid, Charles Schumer y Robert Menéndez, es una ‘artimaña’ política que no tiene las más remotas posibilidades de aprobarse.
La propuesta centrista incluye lenguaje que en el pasado impulsaron esos senadores republicanos. Incluso el senador Menéndez dijo el domingo que hay elementos que no apoyaría, pero que la intención es traer a los republicanos a la mesa.
Pero la intención es también traer a demócratas moderados y conservadores a la mesa porque ya es sabido que no todos los demócratas apoyan la reforma migratoria. En 2007, aunque se trató de un proyecto diferente bajo circunstancias diferentes, 15 demócratas votaron en contra del último plan de reforma que se debatió sin éxito en el Senado.
El mes que viene se cumplen tres años de eso. Tres años que han visto promesas de acción en el año electoral 2008, el recrudecimiento en 2009 de las medidas policiales bajo la misma administración demócrata que prometió la reforma al punto de que ha superado a la administración de George W. Bush en la cifra de deportaciones. En 2009 la implementación de la 287(g) ‘a la Arpaio’ y su subsecuente reautorización por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) sonaron la alarma sobre los excesos que se cometían en Arizona en nombre de la seguridad. Otros temas, sin embargo, acapararon la atención del Congreso y la Casa Blanca.
Y ahora estamos en el umbral de otra temporada electoral a la que llegamos con la 1070 a cuestas, con las amenazas de otros estados de avanzar medidas similares, con mucha crítica y mucha ‘comprensión’ de parte de los políticos, pero de momento de ahí no pasa.
También llegamos escuchando los mismos argumentos republicanos de nunca acabar: sin seguridad fronteriza no puede haber reforma, aunque nadie explica cuándo o cómo se determinará que la frontera está segura; tampoco explican cómo dicen oponerse al ‘statu quo’ mientras no quieren hacer nada para cambiarlo; y sostienen que los latinos tienen una “percepción” equivocada de que los republicanos son anti inmigrantes o anti hispanos aunque todo lo que digan o hagan apunta a que esa “percepción” es la realidad.
No faltan las respuestas demócratas de siempre: apoyamos la reforma, es intolerable la separación familiar y el terror de las comunidades; el sistema está quebrantado y hay que componerlo, no tenemos la mayoría del Congreso –cuando estaban en minoría-; ser la mayoría no es suficiente –ahora que están en mayoría-; el Senado tiene que actuar primero; la agenda está complicada; los republicanos tienen la culpa.
Las excusas de siempre.