06/12/10 a 11:10am por Maribel Hastings
Por Maribel Hastings – WASHINGTON – La montaña rusa que ha sido el futuro del DREAM Act entra esta semana en una etapa culminante, si como todo parece indicar, se produce un voto en la Cámara de Representantes y hay esfuerzos por movilizar la medida en el Senado.
Sería la primera vez que la Cámara Baja considera una medida de alivio migratorio desde que los demócratas asumieron el control de ese organismo en enero de 2007.
Sería también una buena forma de despedirse de esa mayoría, al menos por los próximos dos años, aprobando un plan que supone beneficios para el país en muchos sentidos, comenzando con brindarle una oportunidad de legalización a cientos de miles de jóvenes que no decidieron venir a este país sin documentos. Fueron traídos por sus padres o familiares cuando eran menores de edad y sólo desean continuar estudios universitarios o servir en las Fuerzas Armadas.
Una buena oportunidad de demostrarle a la comunidad hispana que aunque no se pudo lograr una reforma migratoria amplia, se están sentando las bases para esa eventual reforma aún en medio del enorme reto que supondrá para esos esfuerzos la nueva mayoría cameral republicana a partir de enero.
Desde el punto de vista de nuestros valores como nación, se trata de apoyar a quienes no quieren un regalo sino la oportunidad de servir al único país que conocen aunque hayan nacido en otro.
Desde el punto de vista económico, los beneficios son múltiples.
Según la no partidista Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), el DREAM Act incrementará los ingresos del fisco en 2,300 millones de dólares en un lapso de 10 años, de 2011 al 2020, y reducirá el déficit presupuestal en 1,400 millones de dólares en el mismo período.
Cualquier costo que suponga su implementación a futuro, sería superado por sus beneficios, como apunta un análisis de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) que asegura que en su vida laboral, los beneficiados por el DREAM Act aportarían billones de dólares a la economía. Contribuirían al fisco con el pago de impuestos, a la solvencia del Seguro Social, serían consumidores y aportarían a la competitividad de Estados Unidos a nivel global.
El Secretario de Comercio, Gary Locke, lo resume así: “los contribuyentes estadounidenses ya han invertido en ellos y a menos que aprobemos el DREAM Act, estaremos desperdiciando esta esforzada inversión”.
El Departamento de Educación, líderes educativos y presidentes y rectores de universidades a través del país, apoyan la iniciativa.
También el Secretario de Defensa, Robert Gates, quien considera que el DREAM Act representa la oportunidad de ampliar la cifra de efectivos y de garantizar la disponibilidad de fuerzas armadas listas para cualquier acción.
En esta oportunidad también ha sido refrescante ver a la administración de Barack Obama impulsando la medida de diversas formas.
¿Quiénes se oponen?
Quienes catalogan de “pesadilla” contar con una fuente de futuros trabajadores y militares preparados.
Quienes aseguran ser defensores de la educación, patriotas y guardianes de la economía, pero hasta cierto punto y siempre y cuando no involucre a personas que ellos consideren “diferentes”.
La semana pasada el ex presidente de la Cámara Baja, el republicano Newt Gingrich, encabezó una conferencia en Washington apelando a hispanos conservadores.
Reportes de prensa citaron a Gingrich diciendo que “si no tienes una presencia vigorosa y respeto por la comunidad, lo más probable es que no ganarás”, y afirmando, al hablar de inmigración, que “no vamos a deportar a 11 millones de personas”.
Parece que la mayoría de los republicanos en el Congreso no han recibido el memo de Gingrich porque siguen con sus cabezas espetadas en la tierra, como el avestruz, ignorando cualquier solución sensata a nuestro dilema migratorio.
Entre los demócratas del Congreso también hay ciertas desavenencias que superar, pero es positiva y bienvenida la disposición del liderazgo de ambas cámaras de tratar de impulsar el DREAM Act antes de que culmine esta sesión.
Es lo correcto y es necesario. Ahora que estamos en la recta final, ojalá que no se rajen.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva y analista de America’s Voice