17/03/10 a 7:33am por Rafael Prieto Zartha
La primera vez que vi a Lucía Méndez fue hace tres décadas en un televisor a colores en Ciudad de México como protagonista de la telenovela Viviana, que paralizaba al país y la convertiría en una diosa de la pantalla chica en Latinoamérica y la comunidad hispana de Estados Unidos.
Tiempo después sería testigo presencial de cómo el Canal 34 KMEX de Los Angeles echaba la casa por la ventana para homenajear a la diva en Westwood, a pocas millas de las colinas de Hollywood. Y posteriormente fui espectador de una exhibición de charrería en la vieja Arena Deportiva angelina de la calle Figueroa a la que la artista había sido invitada por el finado Antonio Aguilar para que interviniera cantando “Corazón de Piedra”.
En el verano del año pasado, Méndez se ofreció a encabezar en agosto de 2010 una caravana hacía Washington con el fin de abogar por la legalización de los indocumentados, pero su promesa se cumplirá mucho más temprano.
Mientras los integrantes del grupo Los Trinos tocaban con maestría las cuerdas de un arpa y una guitarra en la histórica Casa Esencia de Alburquerque para aplaudir las palabras del congresista de Nuevo México Ben Lujan a favor de la reforma migratoria ante propietarios de periódicos en español de todo el país, yo recibía una llamada del organizador comunitario Rubén Campillo sobre la presencia de la actriz en la marcha del domingo 21 de marzo.
Méndez será parte del selecto grupo de oradores que hablará ante la multitud en la zona de monumentos de Washington en un momento crucial en la lucha por la aprobación de una ley que arregle el actual absurdo sistema de inmigración, garantice la seguridad del país y le haga justicia a quienes han trabajado duro en esta tierra de promisión.
La actriz está dando un ejemplo para imitar en un gremio que en esta ocasión ha sido parco en respaldar una iniciativa que beneficiaría a un amplio sector de sus propios fanáticos y admiradores.
Los artistas que por lo regular son generosos con las causas que consideran justas y tienden su mano a granel cuando las tragedias causan congoja en Latinoamérica y el Mundo parecen haber enmudecido en la hora decisiva para 12 millones de hispanos.
Quienes han recibido las credenciales de embajadores internacionales o han arriesgado sus carreras para promover la paz y la armonía entre los pueblos no han dicho ni jota respecto a la manifestación del próximo domingo.
No se ha escuchado ningún pronunciamiento de quienes por la televisión y la radio lanzan constantemente “de palabra” sus mensajes de amor a la comunidad latina de Estados Unidos.
Los promotores y “managers” de las grandes figuras esta vez han mantenido sus corazones endurecidos.
Pese al silencio del mundo artístico, con excepción de Lucía, los organizadores de base siguen trabajando con denuedo para que el Capitolio y la Casa Blanca escuchen la voz de un pueblo que pide la legalización de los indocumentados.
Por ejemplo, Campillo de la Reforma Migratoria Pro América en Carolina del Norte, ha logrado que ya esté lista para dirigirse al Distrito de Columbia una caravana conformada por más de 20 autobuses.
Será ahí en el National Mall de Washington, en el corazón de la capital del país, donde al ritmo de los Lonely Boys millares de millares de personas, entre las que habrá muchos votantes, le dirán al presidente y a los legisladores federales que basta de promesas y que tienen que actuar ya.