La candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, declaró el viernes
ante la convención de las asociaciones de periodistas afroamericanos e hispanos que no dará por sentado el apoyo de los votantes latinos ni de ningún otro grupo electoral.
Y aunque el candidato republicano, Donald Trump, tuvo una semana terrible, y diversos sondeos colocan a Clinton superando al republicano incluso en estados oscilantes, los mismos sondeos apuntan al problema de confiabilidad y entusiasmo que tiene la candidata demócrata.
Clinton tiene a sus firmes seguidores y está sumando otros sectores que no están de acuerdo con ella en muchas cosas, pero planifican apoyarla por miedo a que Trump sea electo. La retórica racista e incendiaria de Trump hace que varios sectores electorales, los mismos que catapultaron a Barack Obama a la presidencia en 2008, se inclinen hacia Clinton, incluyendo mujeres, afroamericanos, hispanos, asiáticos, independientes. Incluso republicanos moderados opuestos a Trump, algunos de los cuales lo han hecho público, y otros que quizá opten por ella al amparo del sigilo de las casillas electorales.
Pero tanto la campaña de Clinton como el Partido Demócrata no deben asumir que el terror a un potencial presidente Trump será suficiente para movilizar votantes.
Entre los hispanos, hay evidencia, al menos anecdótica, de que la candidatura de Trump y sus ataques contra los inmigrantes mexicanos y los hispanos han hecho que muchos quieran hacerse ciudadanos para poder votar o registrarse para sufragar.
Pero el reto es vencer el absentismo en una elección que será determinada por la participación electoral.
Cuando pienso en demócratas dando por sentado el voto latino, recuerdo al exsenador de Colorado, Mark Udall. En 2014, Udall fue retado por el republicano Corey Gardner. Udall concentró sus esfuerzos en atraer a un solo sector, las mujeres, y presionó un solo tema, el derecho al aborto, asumiendo erróneamente que ya tenía el voto latino en la bolsa por apoyar una reforma migratoria y las acciones ejecutivas migratorias. Asumió que los electores hispanos conocían su historial y no cultivó ese voto. Udall hizo a última hora lo que no hizo durante meses y perdió la reelección.
Usualmente los partidos y las campañas prestan atención a los votantes cada cuatro años, en elecciones generales, olvidando que es un proceso constante. Sobre todo cuando hay temas pendientes, como la reforma migratoria. No se logró en los dos periodos del presidente Obama, aunque sí se batieron récords de deportaciones. Y, de momento, no fue posible ampliar el DACA para los Soñadores ni implementar DAPA para padres indocumentados de ciudadanos y residentes permanentes.
Muchos indocumentados tienen familiares e hijos ciudadanos que votan. Y este asunto es definitorio. Escuchan las nuevas promesas migratorias de Clinton y hay escepticismo. Hay también un sector de votantes hispanos, especialmente jóvenes, que son seguidores del senador Bernie Sanders, y no están satisfechos con la candidatura de Clinton, lo que constituye otro reto para movilizarlos.
Durante la Convención Nacional Demócrata en Filadelfia, Arturo Vargas, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos y Designados (NALEO), me dijo que no le gusta el concepto de “apatía electoral” porque apatía supone que algo no te importa. Y a los votantes latinos sí les importa el proceso.
Lo que tienen los latinos, dijo, es “pérdida de fe en el proceso político… Eso es lo que tenemos que combatir, y eso sí es difícil”.
Y la movilización de votantes determinará el resultado el 8 de noviembre.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.