Al presidente Donald J. Trump y a su cerebro, su principal asesor, el maquiavélico Stephen Bannon, les fascina la confrontación y el caos, sobre todo si es contra la plana mayor de los dos principales partidos.
Y aunque de momento el Congreso de mayoría republicana está como niño con juguete nuevo, celebrando que ganaron la Casa Blanca y acatando y festejando lo que el nuevo ocupante republicano de esa Casa Blanca les envíe o solicite, algunos de sus designios ya comienzan a levantar “muros” con algunos legisladores republicanos.
Esto al menos en el Senado, porque la Cámara Baja presidida por Paul Ryan semeja más un escuadrón de porristas de Trump que un órgano legislativo.
El fruto de la discordia entre Trump y algunos senadores republicanos es su muro en la frontera con México, su costo de entre 10 mil y 15 mil millones de dólares que pagarían los contribuyentes estadounidenses, y la peregrina idea de que México nos reembolsará por el costo de la valla.
El viernes el senador republicano de Arizona, John McCain, exaspirante presidencial republicano en 2008 y algo así como el decano de los republicanos en el Congreso, dijo a CNN que el muro no solucionará el problema; y a la pregunta de si México pagará por él, respondió con un rotuno “no”. “No es una opción viable”, afirmó McCain, quien por cierto esta semana criticó el estilo diplomático de papel de lija de Trump incluso con aliados como Australia y México.
Pero quizá la crítica más sobresaliente proviene del senador republicano de Texas, otro estado fronterizo, John Cornyn. Es una persona que en cada debate migratorio de pasadas décadas frenó el avance de la reforma migratoria amplia con sus peticiones de seguridad fronteriza primero. Y mientras más elementos se agregaban a esa seguridad en la forma de agentes, drones, tecnología de punta y barreras físicas, para Cornyn no era suficiente.
A Cornyn le inquieta un costo “que se sumará a la deuda y punto”. Y sobre la Gran Muralla de Trump, dijo que “no me parece que solucionaremos la seguridad fronteriza con una barrera física porque la gente puede atravesarla o pasar por debajo o alrededor de ella”.
La senadora republicana de Alaska, Lisa Murkowski, declaró que “si se va a gastar esa cantidad de dinero, tienen que demostrarme de dónde saldrá ese dinero”.
El presidente cameral Ryan ya dio a entender que el costo del muro no podrá compensarse únicamente con reducciones de gastos en otros programas gubernamentales, lo cual hace realidad la preocupación de Cornyn de que pagar por el muro se sumará a la gigantesca deuda de Estados Unidos.
¿Y todo eso para qué? La frontera ya es segura y para hacerla todavía más segura, más que un muro físico se requiere el uso inteligente de tecnología de punta que complemente al factor humano.
La mayoría de los indocumentados en Estados Unidos no cruzaron la frontera. Llegaron con visados por otros puertos de entrada y permanecieron aquí.
Con su muro fronterizo, Trump únicamente busca un símbolo, hacer tangible su política migratoria divisiva para complacer a su base recalcitrante y antiinmigrante sin solucionar el problema real: qué hacer con los 11 millones de indocumentados, la mayor parte de los cuales tienen vidas establecidas y contribuyen al bienestar de este país. Trump quiere levantar otro muro, al interior del país, para perseguirlos a todos con base en el argumento de que son delincuentes, ampliando el cerco que piensa tenderles.
En el Congreso está levantando muros incluso con los republicanos, y a nivel internacional también lo está haciendo con aliados.
Los muros de Trump son varios.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.