13/09/09 a 8:27pm por Maribel Hastings
Resulta lamentable que en medio del evento “Hold their Feet to the Fire” (Mantener sus Pies en el Fuego), que reúne esta semana en esta capital a locutores ultraconservadores de todo el país cuyo chivo expiatorio favorito son los indocumentados, tanto la Casa Blanca como el Congreso provean leña a su fuego cediendo ante presiones republicanas para tratar de acallar las acusaciones de que la reforma sanitaria provee cobertura a indocumentados, aunque no sea así.
Lamentable también que el debate sobre casi 47 millones de seres que carecen de cobertura médica en la principal potencia mundial, se haya reducido en los pasados días a una batalla por unos siete millones de indocumentados que son parte de ese universo sin seguro y que bajo las propuestas actuales tampoco tendrían acceso a la cobertura. La reforma sanitaria, en todo caso, los sigue tratando como si no existieran ni se enfermaran.
Aunque se especifica que los indocumentados no pueden obtener subsidios federales para sufragar las pólizas de seguro, los demócratas han querido ir más allá y ahora se anticipa que el potencial plan prohíba a los indocumentados comprar con dinero de su bolsillo pólizas que se ofrezcan en el llamado “intercambio”, que permitiría a las personas comprar una póliza que escogerían entre varias alternativas. Los indocumentados sí podrían adquirir el seguro en el mercado privado, como se calcula que hacen al presente aproximadamente 40% de ellos.
Pero para acallar a los Joe Wilson y compañía, los demócratas también consideran aplicar el requisito de verificación de ciudadanía a todas las personas que soliciten subsidios federales para comprar seguro médico en el llamado intercambio. Una de las alternativas es emplear el programa SAVE que al presente maneja el Departamento de Seguridad Interna (DHS), y que los estados utilizan para garantizar que los indocumentados no accesen los programas públicos de asistencia para los cuales no son elegibles.
Ya el viernes informamos cómo los sistemas de verificación de ciudadanía no sólo son costosos sino que terminan afectado a ciudadanos que muchas veces no poseen certificados de nacimiento u otros documentos que se les solicitan. Así ha ocurrido con el Medicaid desde una ley de 2005 que pide la verificación de ciudadanía.
No hay planes de cambiar la ley de 1986, promulgada por el presidente republicano Ronald Reagan, que permite que los indocumentados obtengan atención en salas de emergencia.
Pero una vez más, los demócratas permiten que sean los ultraconservadores los que definan el debate echando mano de su tema favorito, los indocumentados, para tratar de descarrilar iniciativas, en este caso, la reforma migratoria.
En vez de señalar la grosería de Wilson, cuando le gritó mentiroso a Obama por decir que los indocumentados no tienen cobertura médica bajo la reforma de salud, como ejemplo del extremismo que impide la discusión civilizada de temas vitales para el país, los demócratas optan por jugar su juego y ceden ante la presión.
Los 47 locutores ultraconservadores que transmitirán desde el Capitolio estarán de plácemes no sólo por el nuevo héroe que han encontrado en Wilson sino por la certeza de que su veneno rinde frutos.
En el comunicado de prensa que FAIR circuló en español anunciando los detalles del evento de mañana martes y miércoles, Bob Dane, director de comunicaciones de FAIR, declara sin empachos que “además de aumentar los beneficios para los extranjeros ilegales, esta administración también está desmantelando el sistema regulatorio en temas migratorios y está sistemáticamente preparando el terreno para otro proyecto de ley de amnistía masiva”.
Agregó que “los presentadores de radio que representan a millones de estadounidenses hablarán en su nombre, y su voz colectiva es una voz que ruge”.
Y parece que el “rugido” amedrenta a más de uno.